viernes, 18 de enero de 2008

VELADA LITERARIA

Hoy convoqué a una lectura de mis poemas y cuentos. Llevé un registro de los asistentes. Solo vinieron cuatro gatos locos...y encima, se durmieron.




miércoles, 16 de enero de 2008

RESCATES: JUEGOS

¿A QUÉ JUGABAS?
“Lindo haberla vivido
pa poderla contar…”

Debe ser que nos estamos poniendo viejos y tenemos miedo de perder la memoria porque en estas tardes de verano, con el mate abajo del brazo, hemos salido a pescar recuerdos, para salvarlos del olvido
Cuando Carli era chico vivía en el barrio Goes. Tenía un montón de amigos y jugaban en la calle a todo esto:
A la pelota de trapo, hecha con medias de mujer y papel apretado.
Al ring 80: tocás el timbre y salís corriendo a 80.
Fumaban zarzaparrilla. La sacaban de un árbol que había a la vuelta de la casa. No parece, pero también era un juego…El de ser más grandes.
Jugaban al “quiquiriyá” (¿O será “kikiriyá”?): Uno se ponía en una esquina solo y todos los demás en la otra esquina. Todos huían del que estaba solo y el perseguidor hacía perder al perseguido, sin siquiera tocarlo, como en la mancha. Sólo había que gritarle “quiquiriyá” a menos de 50 metros.
Como juegos “extremos”, habían hecho una chumbera con dos palos de escoba y una goma que disparaba piedras o chumbos. El juego terminó un día que casi le pegan a una niña en un ojo y rompieron una ventanilla de un auto.
Como juego “consumista”, también compraban clorato de potasio y azufre, lo mezclaban y lo ponían entre dos baldosas. Pateaban fuerte con el talón para que explotara. Claro que había que sacar rápido el pie.
Jugaban a la Troya, que era un círculo hecho con tiza. Dentro del círculo, todos tiraban el trompo y había que hacer perder al oponente sacándole el trompo de la troya.
A la bolita, a la arrimadita, y a montones de juegos más. Los explico tan en detalle porque para mi algunos fueron una novedad.
Yo, en cambio, jugaba a las muñecas, a que tenía un almacén, al elástico, a las estatuas y a Martín Pescador. Casi nada en la calle. Casi todo en la escuela.
Si era en el barrio, era puertas adentro y como estaba bastante tiempo sola, tenía tiempo para leer. Pasaba muchas horas leyendo, tirada en la cama. No reniego de lo leído. En parte me hizo quien soy, pero el día que hablamos de todo esto, cuando ya me estaba yendo a la casa del vecino a hacerle un ring80, a reparar esa frustración, Carli me dijo:- ¡No! Tas loca!!! Eso ya fue...Vení conmigo...y jugamos a otro juego. Es el mejor....Y yo, que siempre fui muy curiosa, fui. Pero de esto, les cuento otro día...
¿Y vos a qué jugabas?

lunes, 14 de enero de 2008

NO CULPEMOS A JULIO CORTÁZAR

“Lista de ideas que circulan en mi familia: No hablar cuando se come pescado, no tomar vino después de la sandía, el caldo es siempre muy nutritivo, no se debe dormir bajo la luna, el único tuco bueno es el que se hace en casa. Antes una sirvienta costaba veinte pesos mensuales y era fiel. Ahora, …etc. Nunca bañarse después de comer, salvo inmediatamente y con agua caliente. Los yanquis son seres anormales y enfermizos porque sólo comen alimentos en lata”
Julio Cortázar: Diario de Andrés Fava”

Este texto de Cortázar nos impulsó a Carli y a mi a confeccionar una lista de ideas o frases que circulaban en nuestras familias cuando éramos chicos o hasta bien entrada la adolescencia. Las pusimos aquí todas entreveradas. Algunas dan un poco de vergüenza, ya van a ver por qué:

Hay que tener espíritu comprador, no vendedor.
La moneda debajo del plato de los ñoquis nos va a traer plata
Hay que comer pescado para el cerebro
Hay que estudiar una carrera universitaria para ser alguien y mejor si es medicina o abogacía. Hay que tener la chapa en la puerta.
Los psicólogos y los psiquiatras están más locos que uno. No hay que ir.
La comida no se tira
El sol del verano es el sobretodo del invierno
Las mujeres cuando andan locas, tienen que ir a cortarse el pelo
Estudiar francés es fino
En la navidad hay que estrenar calzoncillo y bombacha.
La navidad es para estar en familia
Como la familia no hay
No hay que hablar con extraños
La gente que da la mano floja no tiene carácter.
Los homosexuales son enfermos.
¡No vayas a traerme un novio negro!
No hay que tener hortensias en el jardín porque si no, te quedás soltera
Ir a Europa es lo máximo
Las cosas de la familia no se ventilan afuera.

Por las dudas, como algunas de estas cosas son muy jodidas, vale aclarar, no es eso lo que pensamos hoy, pero ha sido parte del “marco teórico” de nuestras vidas y creo que también de otras muchas. Muchas de estas ideas- preconceptos-supersticiones, están trenzadas en nuestro entretejido social uruguayo o quizás rioplatense. Cuando hablamos de nuestros valores, bla, bla, bla, algunas veces se nos cuelan algunas de estas terribles “cositas” y tenemos que pasarnos el peine fino. ¿Ustedes también tienen una lista?

lunes, 7 de enero de 2008

JUSTICIA POÉTICA

Cuando encontramos esta casa, vivía en ella un viejo. Tenía bultos en las manos y brazos. Nos dijo que tenía reuma deformante. Pasaba todo el día tirado en un sillón destartalado en el zaguán. Los vecinos le hacían los mandados. Con vendas de sábanas viejas cubría sus bultos lastimados. Hacía cuarenta años que estaba separado de su mujer. Ella vivía en España. Él había venido huyendo de la dictadura de Franco y se había quedado. Explicaba sencillamente, que él no quería volver y su mujer no quería venir, pero que seguían casados y mantenían su matrimonio por cartas. Ella le contaba de sus hijos, de sus parientes, él la ponía al tanto de su boliche, de cómo crecía el tilo que había plantado...
Los vecinos decían que tenía un tesoro enterrado en algún lado. Era un viejo que provocaba la invención, desataba el misterio...
Enfermo y sin plata, quería volver a España, con su mujer, capaz que a morir. Y lo decía.
Vendía la casa. Era un rancho de techos de chapa, algunas paredes de lata y otras de material. Cuando la conocí, la grasa decoraba la cocina con chorretes surrealistas. El dulce de membrillo y un pedazo de salame, encima de la mesa, eran un manjar para treinta o cuarenta moscas. Entre techo y cielorraso vivían las hormigas, las ratas y alguna comadreja. Se sentía el olor. En el galpón había herramientas, damajuanas, latones de aceite y una bañera nueva que compró pero no pudo instalar. Era un hombre trabajador y tenaz que se había venido abajo y aún peleaba, pero ya no podía pelear más que una batalla: vender la casa e irse a España. Pero no era fácil. Su casa había sido su amante. Y dejarla le dolía.
Lo entiendo porque yo me enamoré de esta casa en cuanto la vi, de ella y de todo lo verde que casi la tapaba. Los parrales, las higueras, los limoneros, los nogales, los ciruelos.
Las rosas, los margaritones, los cartuchos...Y el tilo, sobre todo el tilo, que tenía veinte años y era enorme ya.
Y nos vendió la casa. El escribano vino hasta aquí y firmamos los papeles en una mesa al costado del sillón del zaguán. Minutos después, se fue en un coche que lo vino a buscar llevando sólo su televisor y una valija. Todo lo demás lo dejó atrás. No sólo los muebles, sino el dulce de membrillo, la heladera con la leche, las zapatillas, un raído traje, el ropero, la cama tendida, fotos, unos platos, todo.
Y también las cartas de amor
Y también el tilo
Y antes de irse me dijo algo... en lo que no he podido dejar de pensar todos estos años...
-Pensar que planté el tilo para tener un lugar de sombra para matear...esperé y esperé... y ahora que por fin da sombra, después de veinte años, me tengo que ir...
Desde que vivimos acá, nunca hemos mateado bajo el tilo. No sé por qué , por algo como un decoro del alma...
Ayer pasé revista a los árboles plantados...El ciprés, la magnolia y el árbol de camelias están creciendo lindos: los plantamos nosotros hace unos años, pero el parral siempre dio unas uvas chiquititas, una tormenta nos volteó un nogal y el tilo se empezó a secar.