sábado, 25 de enero de 2014

BIRDMAN (Mención en Concurso Onetti de la IMM, 2013)










BIRDMAN










PERSONAJES


Sebastián
Profesor
Cajera
Zulma
Shirley
Federico
Cecilia
Juez










Las personas casi siempre andan con paraguas. De tanto en tanto, se oye el aguacero, y algún trueno. También se escuchan las sirenas de las fábricas.
No sale casi el sol. Los paraguas no pueden guardarse nunca y están, como aves que ya no pueden volar, detenidos en los vestíbulos de los edificios, negros, grises, azulados, con algún gajo blanco o plateado. Algunos de esos paraguas están acribillados por lluvia ácida y por sus pequeños agujeros pasa la fría luz de algún foco.
Cuando se evocan acciones pasadas, los paraguas suben o bajan como telones móviles, y los blancos podrían colorearse- a través de algún otro foco cálido- con amarillos y naranjas
Se requiere de un lugar más alto que el resto para quienes declaran, una computadora, una caja registradora, algunas sillas, quizá una mesa, la sugerencia de alguna ventana.
El espacio escénico es clase, es juzgado, es hamburguesería, y también vestíbulo de un edificio, cubículo o celda, y también el lugar de los sueños.
En el lugar donde debería estar el juez, hay dos paraguas más grandes que los normales, de color blanco, en señal de dignidad. El juez puede estar debajo de ellos, sentado, o ser una voz en off





Posibles propuestas musicales:
Sonidos de armónicas
Blackbird de “The Beatles”:
Three little birds de Bob Marley: http://www.youtube.com/watch?v=iilkHuK87Rk
Ella Fitzgerald: Lullaby of birdland
Jaime Ross : Golondrinas (Letra de Mauricio Rosencof)










GIRO 1
(El espacio escénico es ocupado por los recuerdos de Cecilia. En ellos, Cecilia, una joven, se aniña para representarse a sí misma a los 12 – 13 años. )
Cecilia. (Con una bolsa de arpillera en sus manos, que mueve como si la bolsa se le viniera encima) ¡Ayudame, Seba, corré, que me agarra el viejo de la bolsa! ¡Socorro, Sebastián! (engolando la voz) ¡Auxilio, Birdman!
Sebastián. (Está en algún lugar alto, de modo que pueda dar un salto, desplegando un par de alas de tela negra o azul) No tengas miedo Cecilia, yo te voy a salvar ¡Viejo sucio! ¡Vas a ver! (Arrebata la bolsa de manos de Cecilia y le pega, la pisa, le salta encima) ¡Tomá! ¡Te mato! (le pega con un palo)
Cecilia. ¡Gracias, birdman, me quería agarrar! Me salvaste del Monstruo de la montaña!
Sebastián.- ¿Qué monstruo de la montaña? ¿No quedamos que era el viejo de la bolsa?
Cecilia. Vos seguime la corriente. Ahora llamaremos a Vengador, y yo seré birdgirl (ríe)
Sebastián. ¡Vengador! ¡Vengador!
Cecilia.- ¡Debe estar defendiendo a los campesinos de algún peligro!
Sebastián.- Pegále vos, ahora, a… al Monstruo ese, y vas a ver que lo dejás más chato todavía (le pasa el palo) ¡Fuerte, fuerte! (Ella le pega) Ahí está
Cecilia.- (señalando una cartera de su madre) Todavía nos falta algo, ahí mi mamá tiene al cuco guardado para cuando me porto mal!
Sebastián.- ¡Vamos a mandar al cuco al diablo junto con el viejo de la bolsa!
Cecilia.- ¡Si, matálo, matálo! (ríe) ¡Llenamos la bolsa!
Sebastián (agarra la cartera y la tira dentro de la bolsa, moviendo la cartera dentro de la bolsa de arpillera con la mano, para que parezca una pelea) Mirá, mirá Cecilia, como el viejo de la bolsa se mastica al cuco,(imitando la masticación) ¡Niam, niam, niam! ¡Y el monstruo de la montaña los revienta a los dos! (pisando con un pie la bolsa y golpeando su pecho a lo Tarzán) ¡Pero yo soy el campeón! (deshace gesto, riéndose, y señala hacia arriba) ¿Sabés qué? Ahí arriba había un nido
Cecilia. Era de golondrinas, mamá dice que son peligrosas.
Sebastián. (Riéndose)Tu mamá no sabe nada de eso. Mi bisabuela sí
Cecilia. ¡No pelees, Sebastián! Birdman nunca hace enojar a Birdgirl.
Sebastián.- No te enojes, mirá, (abriendo la mano hacia ella, como quien hace un pase mágico) de ahí arriba, te traje un huevito
Cecilia.- ¡Qué lindo!
Sebastián.- Te lo regalo…Debe hacer años que está ahí
Cecilia. ¿Y el pichoncito nacerá?
Sebastián. ¡No sé!
Cecilia.- (desilusionada) ¡¡¡Ah!!!
Sebastián.- ¡Si le das calor, capaz que sí!
Cecilia. Bueno, dame (agarra el huevo y cruza los brazos armando un nido, tierna y coqueta) ¿Ves?, así le voy a dar calor ¿te gusta?
Sebastián.- Parece un nido, de veras.
Shirley.- (entrando) Cecilia, ¿viste dónde dejé mi cartera?
Cecilia.- Estuvimos jugando y… Está allá, adentro de aquella bolsa (abriendo los brazos, para señalar, el huevo se cae) ¡Ah, no!
Shirley.- ¿Qué tenías ahí?
Cecilia.- (llorando) ¡Mamá! Mirá lo que me hiciste hacer, rompí el último huevito
Shirley.- ¡Menos mal que es el último! ¿No te dije que todo eso era una porquería? Ahora lávate las manos enseguida, que las aves trasmiten enfermedades.
Sebastián. No llores, Cecilia, ya vas a ver, ya vamos a encontrar otro nido (Se acercan a mirar y recogen las cascaritas. Ella va secando sus lágrimas)
Shirley.- (encontrando su cartera) ¿Qué hicieron con mi cartera? ¡Qué cosa, me hacen perder tiempo! (A Sebastián) ¡Sebastián, tenés que madurar, no puede ser, sos más grande que ella, tenés que darle un buen ejemplo!
GIRO 2

Zulma (mirando hacia adelante, con micrófono y auriculares, sobre un lugar alto, declarando).- ¿Qué? (Se reacomoda los auriculares) Esto no anda bien Hay interferencias. Disculpe que no tengo chip de telepatía, es que con el aguinaldo no dio para recambiarlo. Todo empezó con Bécquer, Gardel y Lepera, señor juez. ¿Qué? (Golpea y sopla el auricular, se lo coloca otra vez, escucha) ¿Usted no sabe quiénes fueron? Bien. Carlitos Gardel es Dios. Lepera es como…San Pedro. Usted que está en un altar, debiera saberlo ¿Eh? , bueno, no será altar, está bien, pero es lo mismo! Y Bécquer, si usted no sabe quién es, capaz que nunca regaló un poemita de amor ¿Eh? Ve, ya decía yo… Voy a tener que ir despacio con usted, que nunca le vio la cara a Dios (aparte, poniéndose el micrófono en la espalda, y rápido) Gardelito, dios mío, te pido que si todos los jueces van a ser cucarachas insensibles e injustas, revienten bajo tu divina pisada (Se escuchan truenos) (al juez) Bueno, bue, tranqui, eh?, No me gusta eso. (Se desata un aguacero, afuera, y se mezclan campanas) ¿Qué? Shhh! Por favor! (termina el aguacero, ante su pedido) Gracias ¿Cómo dijo? Si. Me citaron. Bueno, está bien, vuelvo al grano, su señoría. Escuche, y frene un poco con los truenos: (carraspea y canta)
“Golondrinas de un solo verano
con ansias constantes de cielos lejanos...
Alma criolla, errante y viajera,
querer detenerla es una quimera...
(Se escuchan grandes truenos) Bueno, bueno, ya paré. A mí me lo enseñó mi abuela. Santa mujer. Se murió porque así no quería vivir. Así no, repetía. Así no. Había que verla bailar, lustraba el piso con los pies… ¿Qué? No entiendo. No, no se preocupe, no voy a bailar… Ya sé que está prohibido. Las golondrinas también se ve que dijeron así no, porque no vinieron más, para mí que fue cuando la cooperativa implantó el cubículo y empezó a lastimar la lluvia. Pero hasta la época de mi abuela hubo, eh? Para mi es por el ácido de porquería que cae ahora y así seguimos, ¿no? Este año ya llevo comprados cinco paraguas, pero mire mis manos lastimadas! Si, si, entiendo, no se enoje, ya va, ya le explico lo del profesor (Zulma se pone a barrer. Gira y está en el vestíbulo del edificio)
Criollita de mí pueblo,
Pebeta de mi barrio,
la golondrina un día
su vuelo detendrá;
no habrá nube en sus ojos
de vagas lejanías
y en tus brazos amantes
su nido construirá.
GIRO 3

Profesor.- A ver, Sebastián Elisagoyen. Leé por favor
Sebastián: (poniéndose de pie, al costado de la silla, leyendo de un pequeño librito) “Volverán las oscuras golondrinas…” (Pausa, queda pensativo)
Profesor.- ¿Y?
Sebastián - Si, profe, disculpe. Me quedé pensando
Profesor.- (risueño) Bueno, continuá ahora, Sebastián
Sebastián.- (avergonzándose) No, es que me quedé pensando en algo que me dijo mi bisabuela hace tiempo
Profesor. No quisiera desviarme del tema.
Sebastián. A mí me gustaría contarte, profe
Profesor. No, no, tengo que terminar el programa (empieza a toser y tapa un micrófono que hay en su mesa) Ahora podés hablar Sebastián, tapé el micrófono, pero apurate, que ya me han observado. Parece que en mis clases hay muchas interferencias, silencios o cortes de la comunicación con los vigilantes.
Sebastián. Disculpáme, profesor.
Profesor. Lo estás. Pero tenés que ponerle freno a tu boca. A ver decíme rápido qué te dijo tu bisabuela.
Sebastián. Me dijo que en el patio de su casa, cuando ella era niña, se desplomó una golondrina y que agonizaba, ¿no? Y que antes que ella pudiera acercarse, otra se paró al lado de la primera, y abrió las alas como si quisiera darle aire y salvarla, y después le trajo alimentos o agua en el pico y se quedó al lado de ella hasta que se murió.
Profesor. ¿Y a vos que te parece? ¿Tu bisabuela no estaría imaginando cosas?
Sebastián. Ella estaba mejor que yo de la cabeza. Ah, y cuando la golondrina se murió, la que la había cuidado, hizo unos sonidos raros
Profesor.- ¿Y?
Sebastián.- Estaba llorando.
Profesor. Es un lindo cuento.
Sebastián. No es cuento. Ojalá la gente fuera así
Profesor. Bueno, está bien, pero yo necesito seguir con la clase y abrir el micrófono. ¡Me vas a meter en problemas!
Sebastián. Disculpe (El profesor enciende el micrófono)
Profesor. Sebastián, estuve mirando tus notas… No venís bien, tenés que estudiar y ayudar a tu madre, buscarte un trabajo en algún lado, yo qué sé, mirá, en el local de comida rápida de la esquina están contratando jovencitos para el mostrador.
Sebastián. No quiero, profesor, no se enoje, pero ahí se murió una mujer, así, de golpe
Profesor.- Y bueno… (Va tapando el micrófono otra vez) No digas esas cosas, Sebastián, por favor (saca la mano del micrófono) Bien, vamos a empezar con la clase de apoyo para el examen.
Sebastián. (Le hace señas para que tape o apague otra vez el micrófono y el profesor lo hace) Es importante, mientras esperaban la ambulancia, los empleados le pusieron un mantel arriba y la cajera siguió despachando hamburguesas.
Profesor. No puede ser.
Sebastián. Yo estaba ahí. (Girando, a la cajera, la acción sigue en la hamburguesería)

GIRO 4
Sebastián. ¿Qué haces? No podés
Cajera. Tengo que seguir, ya llamé al 911, disculpame, siguiente?
Sebastián. Pero, ¿qué pasa con vos?
Cajera. Es que si no, no me ponen
Sebastián. ¿Dónde no te ponen?
Cajera. En el cuadro de honor, de los empleados del mes. Tengo que vender doscientas hoy.
Sebastián. Y si no, ¿qué?
Cajera. Hay plazos para eso, si no me ponen hoy, me quedo sin trabajo, shhh (tapa el micrófono) shh… cállate, estoy embarazada, ¿sabés? ¿Y sabés lo que pasa cuando no tenés trabajo, no?
Sebastián. (Fastidiado) ¡Sí! ¡Ya sé! Yo ya estoy cansado de que me amenacen con el cubículo (Imitando) “Sebastián compórtate, podés ser derivado por mucho tiempo, ya sabés adónde.
Cajera.- ¿Y quién te dijo eso?
Sebastián. Todos, todos dicen que me están ayudando a pensarlo mejor, pero no es así, es una amenaza. Siempre es por mi bien, y me viene una bronca…
Cajera. – Calmate, mejor hacé caso.
Sebastián. ¿Qué? No, yo no me voy a callar. De ahí no se sale hasta diez o veinte años después… ¿Quiénes se creen, para hablarme así?... “Vas a ir a dar tempranamente al cubículo, querido”… ¡y encima me dicen querido!
Cajera. Pero, por lo menos, salís vivo. Del vertedero, no. O rendís o te reciclan. ¡Tengo miedo!
Sebastián. ¡Hijos de puta! (tomándose la cabeza) No te pueden hacer eso, además estás esperando un bebé! (gritando) Hay que hacer algo, no puede ser
Cajera. No digas nada, callate, se oye todo…
Sebastián. ¡Mejor, mejor que oigan! Siempre nos callamos la boca, aguantamos todo, y cada vez nos arrinconan más! (grita al micrófono de la cajera antes de salir) ¡Hijos de puta!
GIRO 5

Sebastián.- Y bueno, fue así
Profesor. Ahora me metiste en un lío. Mirá, ahí vienen, acá deben haber puesto otro micrófono (señala hacia afuera)
Sebastián. ¡Yo al cubículo no voy. ¡A mí no me van a agarrar! (se va corriendo)

GIRO 6
Zulma (barriendo en el vestíbulo del edificio)
No habrá nube en sus ojos
de vagas lejanías
y en tus brazos amantes
su nido construirá.
Profesor.- Hoy es domingo, Zulma, domingo, por favor, único día que no entro a clases a primera y puedo dedicarme a escribir y vos dale que dale a la cantarola. Bajé solo para pedirte que no cantes.
Zulma.- (En voz muy alta) ¿Así que es poeta? ¡Pero eso no se puede y usted lo sabe bien! ¡Solo está permitida la poesía del siglo pasado!
Profesor.- ¡Shh! Por favor, Zulma, baje la voz, y no vaya a decir nada…Solo escribo en mis ratos de ocio y un poco los domingos. Y también escribo ensayos. Disculpe que yo le pida silencio, pero es que lo necesito, ¿sabe?
Zulma.- ¿Lo conoce a Gardel?
Profesor.- Pero, ¡cómo no conocer al zorzal!
Zulma.- (aparte) Entonces usted no se cuece en el primer hervor. Me tenía engañada con ese cabello negro como ala de cuervo (ríe)
Profesor.- ¿Estás insinuando que me tiño el pelo?
Zulma.- (con inocencia falsa) Yo sería incapaz de decir algo así
Profesor.- No me agarres de cande.
Zulma.- (con intención) Los candes ya hace muchos años que no existen más. (ríe) Usted me la dejó picando (ríe) pero no tengo mala intención. ¿No tiene miedo que lo castiguen, si lo ven escribiendo poesía?
Profesor.- Es lo que más me apasiona en la vida (tose) y no veo por qué nos tenemos que conformar con la poesía que escribieron otros. La creación es una experiencia sublime. En fin… ¿Supiste algo de Sebastián?
Zulma.- No, hace tiempo que no sé nada.
Profesor.- Bueno, si estuviera enfermo te hubieran avisado. Debe estar bien. No te preocupes. Debe estar aprendiendo un montón de cosas. Te lo van a dejar limpito.
Zulma. Mi hijo es limpito, profesor.
Profesor.- Si vos decís…
Zulma.- (aparte dirigiendo su mirada al cielo) Gardel, ¿Éste también es una cucaracha relamida?
Profesor.- ¿Qué dijiste?
Zulma.- Dije que Sebastián ya debe saber lo que es la vida.
Profesor. Puede ser… A veces las familias no logran educar a los hijos como se debe y- no te ofendas- pero a vos te costaba un poco hacerle ver la realidad a tu hijo. No te enojes.
Zulma.- Entonces yo debería estar en el cubículo y no él. Decía unas cosas tan lindas. Él hubiera sido podido ser escritor, o poeta, en otro tiempo, claro…
Profesor.- (con cierta soberbia) Bueno, bueno, no todos pensamos lo mismo… Y algunos sabemos de eso, justamente
Zulma. Yo no sé nada, ¿no?
Profesor. No te pongas así... Vos hiciste todo lo que pudiste, yo lo sé, a veces las cosas son complicadas… Vamos a ver, tendrás un poco de yerba por ahí a mano, porque justo me quedé sin nada. Perdoná.
Zulma.- (Aparentemente diligente) Ya le traigo, Profesor, no se preocupe. (Con intención) Usted sabe que mi patrona no le deja faltar nada. Ella es capaz de entender a los intelectuales y poetas clandestinos cuando están medio muertos de hambre…
Profesor.- ¡No seas atrevida, Zulma, que no te di esa confianza!
Zulma.- Disculpe, profesor, es que soy tan inculta… (Sale Zulma y entra la adolescente, bailando y cantando. Zulma continúa su declaración al juez; se saca los auriculares, los tira al piso, se agarra la cabeza, manifestando exagerada sorpresa e indignación) ¿Cómo dijo, Juez? ¡No puede ser! Me niego a repetirlo (en secreto), ¿Cómo no vas a saber de dónde vienen los pájaros? (Hace gestos con las manos como delineando la silueta de un huevo) Cric, crack, cric hace el huevito y sale el pichoncito. Mire que eso fue poesía involuntaria. No vaya a pensar mal. Fue con intención de explicar, y - juez- , los pichones de golondrina, siempre estaban en el nido, de boca abierta esperando a que les trajeran la comida… (Hace los gestos imitando el abrir y cerrar de los picos) pero ahora no hay más, y acá, dentro de poco no va a haber más pichones, porque los quieren encerrar a todos. ¿Sabe que a mi hijo Sebastián, yo le decía pichoncito? ¡Está bien, ya contesto! “La golondrina un día su vuelo detendrá” dijo Dios. Y pasó. Lo detuvo nomás. Bueno, yo cumplo, así que lo que quiero es pedir algo, por favor (se arrodilla) Yo entiendo que es necesario que los menores se porten bien, y que para eso la Cooperativa nombró un ministerio de educación y prevención, y entiendo que el cubículo era necesario, pero lo extraño mucho a Sebastián y no tengo casi noticias de él desde que lo metieron ahí. Y si usted, quisiera hacerme un favor… Ni siquiera sé por qué lo derivaron, ni quién lo denunció. Él no estaba sucio, era bien limpio mi hijo, (llora) ¿Me escucha? Yo no puedo seguir acá (llora) ¿No tiene otros testigos para llamar? (llora) ¿Y otros culpables? Lléveme a mí… ¿Juez? ¿Dónde está? Me dejó hablando sola…
GIRO 7

Cecilia.- (lo ve y deja de cantar al instante, tomando otra actitud corporal, más rígida) Buenos días, Profesor
Profesor.- Buenos días, Cecilia, ¿Cómo van esos estudios?
Cecilia.- Bien, Profesor, gracias. (Tratando de huir) Ahora justo me tengo que ir a estudiar, porque mañana tengo escrito de Historia.
Profesor.- (Molesto con el rechazo que percibe) Supongo que para el oral sobre Bécquer ya habrás estudiado, ¿no?
Cecilia.- Todavía no
Profesor. No te quiero asustar, pero ese oral define algunas cosas, sabes, ¿no? No es un oralcito
Cecilia. Pero yo estudio siempre y por un solo oral no puede ser que…
Profesor. No te asustes Cecilia. Todo tiene solución. Andá a estudiar. Un repaso a fondo. Así no tendré ni qué pensar en derivarte al cubículo, entendés, ¿no?
Cecilia.- Sí, Profesor, permiso.

GIRO 8

Profesor.- Sr. Juez, las acusaciones que ha formulado sobre mí la estudiante Cecilia Fornio son una ignominia. Al verse acorralada, se ha defendido de una forma innoble. Señor Juez, ¡es todo tan ofensivo! Nunca pensé que ella fuera capaz de semejante calumnia. Se ve que al creer que yo la iba a derivar al cubículo, decidió ensuciarme. Y no es la jovencita temerosa y dócil que se presentó aqui. Para nada, ahora lo niega, pero ella trató de seducirme (El Profesor gira hacia el otro lado y entra Cecilia) Escuche mi versión de los hechos, juez. Verá, ella vino a mí de esta forma: (entra Cecilia)

GIRO 9
Cecilia.- (más desenfadada) Profe, ¿me pusiste una linda nota por el oral de hoy?
Profesor.- La que te merecías. No te sabías bien el poema
Cecilia.- ¡Cómo que no lo sabía! Escuchá, profe: Volverán las tupidas madreselvas… (Pícara, compradora) Bueno, es que me pongo nerviosa con vos, profe
Profesor.- Los nervios se curan estudiando.
Cecilia.- ¡Ahh! ¿De alguna forma podríamos solucionar esto, verdad? ¿Podría darme otra oportunidad? (insinuante). Yo soy cuerpo dispuesto.
Profesor (Al juez) Así fueron las cosas. Me dijo si lo podíamos resolver de otra forma, cariñosamente… ¿qué es eso? arreglar algo… ¿Y eso de cuerpo dispuesto? ¿Hace falta que le diga más? ¿Y su lenguaje corporal? Imagínese mi reacción, señor juez. Hice lo correcto. Pedí una Audiencia de Derivación Temprana al cubículo. Y además, yo ya lo había hablado con la madre muchas veces, o sea, es decir, somos vecinos, ¿verdad? y me une a ella una amistad de años. (Transición, gira hacia Shirley)
GIRO 10
Profesor. Shirley, tenés que poner límites a tu hija, hay que cuidarla de ella misma. Tiene que estudiar más, rendir más, si no, cuando empiece a trabajar y a producir, no va a poder cumplir con lo básico.
Shirley.- ¿No te dije que no me hablaras de mi hija? Vos solamente tenés que enseñarle literatura y dejar de hacer proyecciones de futuro tan negativas. Dale, dejá eso.
GIRO 11
(Profesor gira hacia el espacio del juzgado)
Profesor.- Las penas y privaciones agudizan la inteligencia y fortalecen la prudencia, dijo Confucio, Señor juez. Descuento que lo conoce. (Zulma carraspea) Cuando una Cecilia adulta salga del cubículo, al que por su bien la derivamos, habrá perdido para siempre el peligro de la juventud. (Gira hacia la cajera) ¿Me puede dar una hamburguesa?
GIRO 12

Cajera. Por supuesto, señor, ¿con qué gustos la quiere?
Profesor. Poca cosa, sencilla, con queso, nada más.
Cajera. Bien, pero mire que puedo darle también algunos sachets extra de mayonesa y kétchup. La cooperativa lo dispuso así para todo cliente que hoy ingrese a este local.
Profesor. Muy amable
Cajera. Disculpe, pero ¿usted sabe lo que me pasó, e igual viene a comprar o no sabe nada?
Profesor. Por supuesto que sé. Se enteró todo el barrio.
Cajera.- ¿Y vino igual? ¡Ah! ¡Qué alivio! Yo fui la que le puse el mantel a la señora. En aquella mesa, ¡qué horrible! Usted es el primero en venir. No sabe lo arrepentida que estoy
Profesor.- ¿La hamburguesa no viene con una bolsita de fritas?
Cajera. ¡Claro! ¡Discúlpeme, por favor! Yo, personalmente, lo invito con la bebida, sírvase! ¡Menos mal que vino, yo creí que el barrio estaba boicoteando el local, porque ahí afuera escribieron un grafiti horrible!
Profesor. No lo vi, ¿qué dice?
Cajera. No puedo tolerarlo. Y me cantan eso mismo, cuando llego de mañana.
Profesor. (Mientras come) A ver, dígame, ¿Se acuerda qué dice?
Cajera. Sí, lo memoricé! Dice: “Bajo el mantel, fría y quieta/ la señora no respira /entre las papas y las migas/ Sin embargo la Cajera siempre rápida clickea/ Para que la muerte no le impida/ Cobrar a la muerta la comida” ¡Es un horror!
Profesor. (Siempre comiendo) Sí, es muy feo, pero la Cooperativa seguramente lo hará borrar. No se preocupe
Cajera. ¿Y usted cómo sabe?
Profesor. Porque conozco algunas personas que la integran y de hecho, tengo buenas noticias para usted.
Cajera. ¿No me van a tirar al vertedero?
Profesor. Yo he intercedido y ellos entendieron. Sebastián me contó que usted está embarazada.
Cajera.- No sé cómo agradecérselo.
Profesor.- No me dé las gracias. Por cierto, muy rico todo.
Cajera. - ¿Se quedó con hambre? ¿Le doy más papas fritas? Yo invito
Profesor.- Bueno, gracias. Mi sueldo no siempre me permite comer afuera, sabés? ¿Podrías agregarme una feta extra de queso, por favor? El costo de los lácteos los pone fuera de mi alcance. Y últimamente, me insistieron mucho en que reforzara el calcio. (Tose)
Cajera. Por supuesto, faltaba más. Coma tranquilo ¿Está enfermo?
Profesor. (Comiendo con gran avidez) Sí, pero hoy me siento mejor. Gracias
Cajera. Coma tranquilo. Es un gusto que alguien venga aquí a comer y más si trae tan buenas noticias.
GIRO 13

(Sebastián arrolla trapos blancos y negros, se cubre el pecho con los blancos, y se envuelve los brazos con trapos negros. Mata mimbres curvados con los que paso a paso irá construyendo un artefacto)
Sebastián. Falta contrapeso (Junta otros materiales, y vuelve a atar telas. Toma nuevamente el peso) Mejor. (Se toca la sien buscando conectarse) Cecilia, ¿me podés oír?
GIRO 14

Zulma.- (llegando con un paraguas) Profesor, la Señora Shirley manda decir que en media hora viene. Tome la yerba. También le manda azúcar, leche en polvo, chocolate, café, pan y todas estas conservas.
Profesor. ¡Bendita sea! Gracias! (tose)¿Te dio algún cuaderno, hojas o algo?
Zulma.- Me dijo que le dijera que ya no va a precisar más papel. Es buena noticia, porque el papel está por las nubes.
Profesor.- Y mi sueldo por el piso.
Zulma.- Y usted que…
Profesor.- Y yo con mi salud que no está del todo bien… Estoy cansado.
Zulma. Está un poco demacrado, pero acá tiene sus píldoras. Tómese una que se va a sentir mejor. (Se la alcanza) Usted a la patrona tiene que levantarle un monumento.
Profesor. Si. Tenés razón. Gracias, Zulma, la necesitaba (se toma la píldora, Zulma se retira) (llamando hacia adentro) Federico, ya es la hora de mi taller literario ¿sabes?
Federico.- (comprensivo y cómplice) Si, Ernesto, por supuesto, yo salgo a dar una vuelta.
Profesor. (Sonriente) Taller unipersonal.
Federico. Si, claro. Tenés suerte, Shirley es una mujer generosa y bonita
Profesor.- Sí. No es solo eso. Pero yo soy un caballero.
Federico.- Me imagino. Lo tiene todo.
Profesor.- (sonríe apenas) No, todo no. No me tiene del todo a mí completamente, no sé cómo decirlo…
Federico. No te colma. No te deslumbra.
Profesor. Eso. No hay luz. Y no me inspira para escribir (se escucha un taconeo)
Federico.- ¡Es ella! (sonríe) Hablando de luz ¿Te parece bien si pago la factura (ríe) y ya, de paso, también el impuesto para la seguridad del cubículo?
Profesor.- ¿Tenés para pagar?
Federico.- Puedo poner todo y después, cuando ella te dé, me das tu parte.
Profesor. Hecho. Gracias (Federico sale, entra Shirley, vestida de gasa)

GIRO 15

Shirley ¡Cómo llueve! ¿Te trajeron las pastillas?
Profesor.- Si, gracias.
Shirley. -Salí a comprar algo para picar y se me dio vuelta el paraguas… Menos mal que venía el vecino del 4to H y me protegió con el de él, que si no ahora estaría llagada. ¿Estás con hambre, mi amor? ¿Me estabas esperando?
Profesor.- Hola, ¿cómo estás?
Shirley.- Pero, ¿qué te pasa?, ¡qué frialdad! Te traje lo que te va a permitir escribir tus poemas, y no vas a necesitar más papel, nada, porque guardás todo acá (Le entrega una netbook o una tablet) Mirá, como dice Zulma, es una hostia de finita! ¡Por fin vas a poder guardar todas las poesías que se te ocurran, no más memorización, ni racionamiento de papel!
Profesor. Gracias
Shirley.- ¿Así me agradecés? ¿Se puede saber qué te pasa? Me encontré con Cecilia en el pasillo y venía llorando. Le pregunté qué le pasaba y lo único que alcanzó a decir cuando pudo hablar fueron las palabras “oral de literatura”
Profesor.- Perdoná, es que hoy no tuve un buen día. Ella tampoco, ¿eh? No le fue bien en clase. No había estudiado, y le dije que peligraba la promoción… en fin, ya sabés… ¡Gracias! Es hermoso tu regalo. ¿Lo abro ahora o lo dejamos para después?
(Girando, al Juez)
GIRO 16
Como le decía, señor Juez, yo le dije a la Señora Shirley que su hija no estudiaba, y ella también me manifestó su preocupación por la joven
(Cecilia baila y hace que los paraguas bajen y suban y rueden por el escenario como actos mágicos que provoca, apenas tocándolos, hay cambio de testigo)

GIRO 17
Zulma.- Señor Juez, ¿usted pregunta por el comportamiento de la Sra. Shirley? Es muy buena persona, siempre cuidó de mí y se portó bien con mi familia. ¿Qué? (Se acomoda los auriculares) Sí, me pagaba todos los meses, si eso es lo que quiere saber (pausa) Bueno, eso le digo rotundamente que no. Ella nunca trajo hombres a la casa donde vivía con la Srta. Cecilia. Esa niña lo es todo para ella. Volviendo al tema de Sebastián, todas las noches sueño con que va a volver conmigo, pero no puede. En el sueño, vienen unas cigüeñonas enormes y blancas, y me traen a Sebastián en el pico. Lo sacan de un gran nido de barro, lleno de otros pichones y personas que pían y me lo ponen en los brazos y Sebastián llora y llora como un bebé y se calma cuando yo lo agarro ¿Eh? Y bueno, será cursi, pero es mi sueño. Y todavía tengo derecho a soñar lo que quiera, qué también! ¡Eso no me lo pueden sacar! ¡No hay aparatito para eso! (sujetando los auriculares) (Asustada de golpe con la posibilidad) ¿No pueden, no? (aparte) ¿Por qué no te ocupás de hacer justicia, eh? ¡Un pisotón de mi Gardelito y estarías boqueando!
GIRO 18
(Paraguas blancos son iluminados por la luz cálida de la infancia)
(Cecilia, una cuerda de saltar, Zulma en una punta, Sebastián en la otra, Cecilia salta Luego, salta Sebastián, Dos veces, pierde, luego Cecilia otra vez, salta y se cae, llora, sujetándose la pierna. El niño-joven corre a consolarla y la ayuda a caminar)
Sebastián.- (Le masajea la pierna) Viste, Cecilia, ya pasó. ¿No duele más, verdad? Vení, vamos a saltar esa rayuela, y vas a ver que la podés terminar. Apuntá bien.
Cecilia.- ¿Al cielo?
Sebastián.- Claro, vos seguro que llegás
Cecilia.- (ríe, tira la piedra, salta a la rayuela, llega al cielo, se agacha, recoge la piedra y parada allí, en puntas de pie) ¡Llegué!
Sebastián.- (tirándose al piso a sus pies para seguir el juego) ¡Qué alto que estás! ¿Qué ves desde allí?
Cecilia.- Veo la rayuela, las nubes (ríe) mi casa, veo a Zulma barriendo la vereda, veo uno o dos paraguas en la calle, y veo…
Sebastián.- a Sebastián
Cecilia.- Si, a vos te veo, claro, (ríe) y también está Martín Pescador!
Sebastián. (Poniéndose de pie) ¿Martín Pescador? (Poniéndose con ambos brazos levantados como si estuvieran unidos a otra persona que no está)
Cecilia.- Martín pescador, ¿me dejará pasar?
Sebastián.- Pasará, pasará, pero el último quedará (Cecilia pasa por debajo de los brazos de Sebastián y éste la abraza y besa)
(Cambia la luz que se proyecta sobre los paraguas, que se vuelve menos cálida, y se pasa al presente del discurso)

GIRO 19
Federico. (Con auriculares) Señor Juez, lo único que puedo declarar es que al llegar la noche, desde mi ventana, he mirado, sin que ella lo supiera, a la Sra. Shirley cuando se desviste y se observa frente al espejo. La he visto llorar: Su cuerpo es bello, es como una sirena, pero sus ondulaciones se han crispado y parece triste por eso. Al terminar de mirarse, se envuelve en un deshabillé de gasa y se sienta frente al monitor. Su mirada vuelve a ser seductora, se sonríe, saca apenas la lengua y humedece sus labios, habla y digita y se mueve, y agita su cola de pez de nuevo.
GIRO 20
Profesor (con auriculares). Cuando llega Shirley, el aire se llena de olor a puerto, a algas marinas, a combustible, a pescado ofrecido en las ferias. ¿Cómo? Si, ya expliqué, no es deslumbrante, pero entra por todos sentidos y alivia algo mi cuerpo insatisfecho ¿Qué? ¿Hasta usted me va a tomar el pelo, Juez? Si, tiene razón, algunas veces tengo veleidades de poeta, pero no lo tome a mal, por favor. Es solamente un estilo en el lenguaje. ¿Qué? No, no, yo solo doy clases y no aspiro a ser poeta. Para nada. Sé cuáles son mis obligaciones y nunca utilizaría mi tiempo para la poesía.

GIRO 21
(Cecilia pasa y agita los paraguas se agitan, cambiándolos de posición. Los agujeros de los paraguas iluminan a Sebastián que sigue con su artefacto)
Sebastián. (Hablando al artefacto) Tengo que poder, tengo que hacerlo, es la única manera de salir de aquí. Este plumón está saliendo bien, crece y crece fuerte, Martín pescador, ¿pasará?, pasará? Cecilia, ya falta poco (sigue manipulando y atravesando tiras de telas en los mimbres)
GIRO 22

Shirley (frente al monitor. La está viendo Federico desde la ventana) En serio, ¿querés? bueno, decímelo, pedíme que te lo diga. Ahí está, no esperemos más, que el tiempo vuela… todo tiene que ser rápido, urgente… Ahora, sí, ahora. ¿Te viene esa sensación de calor que me sube a mí? (Se escucha un ruido-ella se altera mucho, se pone de pie) ¿Qué fue eso? Cecilia, ¿estás en casa? Zulma, ¿sos vos?
Zulma.- Si, soy yo, señora, no vi nada, ni escuché nada…
Shirley.- Pero ¿qué decís? ¿Por qué decís eso si no te pregunté?
Zulma.- Es lo que me pregunta siempre.
Shirley.- ¿Sigue lloviendo?
Zulma.- Ve, esa es la segunda pregunta que suele hacer. Si un día le escribieran la biografía, amita, yo podría aportar muchos datos…
Shirley.- No me digas amita, que no sos mi esclava. Y eso de los datos, no me gusta. Ya sabés que para mi la discreción es fundamental.
Zulma.- Usted sabe que puede confiar en mí
Shirley.- Si, lo sé.
Zulma.- Bueno, entonces… no hay más que hablar. Muchas palabras enredan a la gente. Pero no se olvide que me prometió ayudarme a pagar el abogado para sacar a Sebastián… Yo también le tengo confianza a usted.
Shirley.- No me olvido. En cuanto cobre la pensión, te doy. Bueno… hablando de otra cosa. Venís de la casa del Profe, quedó limpita? ¿El baño?
Zulma. Sí, quedó todo como a usted le gusta.
Shirley. Bien. ¿El Profesor estaba en su casa ya?
Zulma.- Sí. (Con intención) Y también vi al joven Federico asomado a la ventana, como ido
Shirley.- ¿A qué ventana?
Zulma.- A la que da para el pozo, para este lado, la que queda frente a ésta. (Irónica) No sé qué hacía ahí, ¿miraría llover?
Shirley.- (dándose cuenta de que Federico la miraba a ella, complacida, feliz) Ah… y estaba absorto
Zulma.- No sé qué quiere decir eso. (Con intención) Estaba como si se fuera a caer al pozo de aire. Allá a las cansadas, a la tercera vez que lo saludé porque me venía, me dijo muy serio, Zulma, dele mis saludos a la Señora Shirley.
Shirley.- Qué amable… (Se para en donde estaría su ventana, y mira en dirección al lugar indicado por Zulma como la ventana de Federico. Se acomoda el cabello y la ropa) Andá a poner la mesa, Zulma, que ya debe estar por llegar Cecilia y vamos a cenar (toma un espejo de mano y lo deja enseguida) No, ahora no… que me dure esta sensación de haber sido mirada por Federico. Quizás este no sea mi último verano, después de todo.
(Shirley se dirige hacia los paraguas y cierra algunos, abre otros, da unos pasos de ballet, mueve las gasas de su ropa, se asoma a la ventana)
GIRO 23
Zulma.- (con auriculares, al Juez) Yo creo que tenemos que pensar mejor cómo educamos a nuestros jóvenes. Los castigamos demasiado, acá, en el sur. Ahora que digo eso… El que habla del Sur era Joan Manuel Serrat, un cantautor español, que debe estar a la diestra de mi Gardelito ¿Qué? No le entiendo bien. No se oye. Ustedes en la carrera de Derecho, Seguridad y Prevención del delito, ¿no tuvieron nunca- de jóvenes- un tiempito, aunque fuera a escondidas, para escuchar música?
JUEZ.- (voz en off) La radio se prohibió con la ley 235.008 y todos los sistemas de almacenamiento musical fueron erradicados. Mis archivos indican que para evitar la falta de producción, la sensiblería, la piratería y el ocio se procedió a una solución radical: se eliminó el problema que la causaba: la creación y el consiguiente registro, de modo que no tuve que exponerme a todo eso que la tiene a Usted tan confundida. No me desvíe del tema, Señora Zulma, ¿qué clase de vinculación tenía Cecilia con el joven Federico?
Zulma.- Señor juez, qué agradable escuchar su voz sin auriculares
Juez. Prefiero la telepatía, pero si no tiene chip y no andan bien los auriculares, lo que importa es que usted declare sin dilaciones.
Zulma. Lo que pasa es que todos los ahorros que tenía para cambiar mi chip de telepatía, los usé para darle uno bueno a mi hijo. Él lo necesitaba más que yo para poder, por lo menos, conectarse con otros jóvenes ahí, en el cubículo, ¿no le parece?
JUEZ.- Le pedí testimonio sobre Federico, no sobre Sebastián
Zulma.- Bien. Disculpe, pero Federico se parece bastante a Sebastián. Cecilia conoció a Federico un jueves.
Juez.- Cuidado con el perjurio. Debe decir la verdad y nada más que la verdad. ¿Cómo se acuerda que fue un jueves?
Zulma. Estoy segura porque la Sra. Sheila había ido a su taller literario con el Profesor ese día y el Sr Federico estaba parado en el hall, haciendo tiempo. Había varios paraguas estacionados ahí, como siempre. Y él se mojó un poco porque cruzó la calle para ayudarme con la bolsa de los mandados antes de volver a apostarse en el hall del edificio. Y no le importó llagarse un poco. Prefirió ayudarme. En eso también se parece a mi Sebastián. Es bueno. Bueno, el asunto es que estaba Federico en el hall y llegó Cecilia, saltarina, alegre, linda como siempre… ¿Qué quiere que le diga, señor juez? Estaba cantado
JUEZ.- ¿Qué cosa, Zulma, Señora? Basta de canto y de tangos, se lo ruego, por favor.
Zulma.- “Cantado” quiere decir que se veía venir.
JUEZ.- No use metáforas, se lo ordeno
Zulma.- Disculpe, es que me pongo poética sin querer. Ya le cuento:
(Los paraguas vuelven a colorearse con la luz cálida y se agitan y mueven, puede haber una insinuación de arcoíris, pero el sol no sale)

GIRO 24

Federico.- Hola
Cecilia.- Hola
Federico.- ¿Vos te llamas Cecilia, no?
Cecilia.- ¿Y vos?
Federico.- Yo no.
(Ambos ríen)
Federico.- Yo, Federico. ¿Dónde vivís?

Cecilia.- Yo vivo acá
Federico.- Yo también. En el C
Cecilia.- Yo en el B. ¿Vos qué hacés?
Federico.- Trabajo en la zapatería de la otra cuadra, y de noche, estudio. Hago licenciatura de letras.
Cecilia.- ¿Y hoy no tenés clases? Ya es de noche
Federico.- Si, pero no pasa nada si me demoro un poco. Quiero saber literatura, pero no tengo apuro (ella ríe) Bueno ¿qué cosas te gustan a vos?
Cecilia.- A mí me gusta cantar, soñar, y sueño mucho, cuando duermo y cuando estoy despierta. También bailar, aprendo ballet, mirando videos viejos de mi madre. Antes se enseñaba ballet a las niñitas, y hacían la premiére, es así, ves? (la hace) la seconde (la hace) la troisieme (la hace) Las niñitas daban vueltas, algunos arabesques…. Así ves? y hacían demi plie (lo hace) se paraban en puntas de pie y levantaban los brazos así,( se ríe, para después asustarse un poco) Ah, podrían verme (se queda quieta)
Federico.- Me quedé sin aire. ¿Lo harías otra vez para mí?
Cecilia.- Gracias, pero no, porque me pueden ver y mandarme al cubículo. Me dirán que (engolando la voz) “yo ya debería saber que bailar es una conducta de riesgo” Y agregarán que: (haciendo burla) “Estimula la imaginación”
Federico. – Eso es cierto. Hay que prevenir. A mí se me ocurrieron cosas extraordinarias!
Cecilia.- (halagada) ¡Ah!
Federico.- ¿Conoces a Ernesto, del Liceo?
Cecilia.- Si, es mi Profesor, y vos vivís con él. ¿Él es algo tuyo?
(Los paraguas se ponen azules)
GIRO 25

JUEZ.- Señora Zulma, usted da muchos detalles del diálogo y de los gestos de los jóvenes, y veo que ellos estaban involucrados en varias conductas de riesgo, la poesía, la danza. Me preocupan. ¿La razón de sus dichos, cuál es? ¿Cómo sabe lo que cuenta?
Zulma.- Pero señor juez, recuerde que todos los porteros eléctricos de los vestíbulos de los edificios tienen cámara y se ve lo que pasa en los apartamentos de los copropietarios.
JUEZ.- Comprendo. Muchas gracias, Señora Zulma. Me ha sido muy útil.
Zulma. Entonces, ¿Me deja ver a Sebastián?
Juez. No, ya le dije que no. ¿Escuchó usted algo más a través del portero eléctrico?
Zulma.- No, juez, no escuché nada más. (Aparte) Si me hubieras dejado ver a Sebastián, hubiera seguido contando lo que paso después:
GIRO 26

(La acción continúa en el vestíbulo, pero debe suceder en un lugar diferente al “juzgado”. Los paraguas se vuelven a colorear cálidamente)
Federico.- Ernesto fue mi Profesor, y me hizo un gran, gran favor.
Cecilia.- Ah, entonces es bueno para vos
Federico.- Claro, me salvó de ir al cubículo antes de tiempo. Mirá que esto que te estoy contando es un secreto, si alguien lo llega a saber y hace la denuncia, yo voy a terminar en el cubículo y él, preso.
Cecilia.- Yo soy una tumba.
Federico.- Vos sos una fiesta. Y si sos una tumba, de ahora en adelante voy a querer morir!
Cecilia.- ¡Ah! (pausa, con timidez) qué lindo… Perdoná la pregunta, pero ¿Qué habías hecho?
Federico.- Había robado plata. A él le había robado, y se dio cuenta que había sido yo y pudo haberme derivado al cubículo. Hubiera pasado veinte años ahí. En lugar de eso, me enseñó.
Cecilia.- Nunca te hubiera imaginado robando.
Federico.- Yo nunca hubiera podido imaginar…te a vos
Cecilia.- No soy nada especial, y no me gusta que hayas hecho eso.
Federico.- Eran otras épocas. Después de esa vez, reaccioné. Cambié, lo juro.
Cecilia- Tampoco tenía esa imagen del Profesor, tan comprensivo.
Federico. Es muy buena gente. Creyó en mí. Y además, cuando nos volvimos a encontrar, me dio un lugar donde vivir.
Cecilia.- Pero le pagás alquiler
Federico.- Si, claro, colaboro con algo, pero no es mucho, y vos ¿cómo sabés?
Cecilia.- Me dijo mi madre.
Federico.- Ah, tu madre… Sí, la conozco. Me recuerda a vos
Cecilia.- Será al revés. Yo te recuerdo a ella
Federico.- Bueno, sí, es cierto, un poco
Cecilia.- Va a clases con tu Profesor
Federico.- Si
Cecilia.- Si, ¿nada más?
Federico.- Si, nada más
Cecilia.- Mi madre es muy linda. Yo quiero ser como ella
Federico.- Vos sos más linda que ella. Bueno, en realidad, vos sos su pasado. Sos una sirena que se acerca por primera vez a las rocas de la costa (se acerca a besarla y Cecilia saca la cara, apartándose de él, Federico sale)

GIRO 27

Cecilia (metida en un sueño, entre varios paraguas abiertos) Hola, ¿hay alguien aquí? ¡Sebastián! ¿Dónde estás? Dijiste que siempre estarías! Pero no estás (Baila y deja ese paraguas tomando otro) Aquí encerrada, no puedo bailar ¡Birdman! (Se acurruca en el suelo, despertándose sobresaltada, grita) ¡Sebastián!


GIRO 28
JUEZ.- Que pase la Sra. Sheila al estrado, (pasa) Sra. Sheila, deseo saber su opinión sobre el Sr Profesor Ernesto Montemuiño
Shirley.- Su señoría, es un buen hombre
JUEZ.- Por lo tanto, usted cree que él tiene razón cuando deriva a su hija al cubículo.
Shirley.- No, no tiene razón. Es mi hija, ¿qué clase de madre manda a su hija al cubículo por diez años?
JUEZ.- ¿Entonces?
Shirley.- Entonces, señor juez, me opongo a la medida. Solicito una conciliación de mi hija con el Sr. Profesor. Debe haber algo que podamos hacer. Tengo el mayor de los respetos por la opinión del Profesor, pero pido un tiempo de reflexión, que se reúnan y lleguen a un acuerdo.
JUEZ.- Ha lugar a lo solicitado por la Sra. Sheila. Pasamos a cuarto intermedio hasta dentro de una semana, eso dará tiempo a la conciliación. Una vez a la vista de los resultados de la misma, tomaré una resolución final.
GIRO 29
Profesor.- Elegiste. Te quedaste con ella
Shirley- Y… es mi hija, ¿Qué pensabas? ¿Qué vos te quedarías con ella?
Profesor.- Pero ¿qué decís?
Shirley- La verdad. Desde que creció, la quisiste para vos. Querías un plato nuevo, y yo, que soy la que te doy de comer, no quiero que lo paladees. No tenés moral
Profesor. ¿Y vos? Está claro que pagabas un servicio.
Shirley. Sí, pero se acabó.
Profesor.- Lo hacés ver como algo impuro. Y yo sólo necesito una musa, un deslumbramiento. Hace mucho tiempo que los jueves pienso en ella, y no en ti.
Shirley. Yo tampoco pensaba en vos, miserable. Además, ya tengo otros planes para mi vida.
Profesor.- Sería más inteligente negociar
Shirley. Dejá a mi hija en paz. Te doy lo que quieras.
Profesor.- Sabés que si yo no concilio y si insisto ante el juez, la van a derivar, lo sabés ¿verdad? Y para que yo no haga esto, no hay plata que te alcance, porque no quiero plata. Estoy enfermo, y no me voy a curar, me queda poco y, por una vez, quiero poder elegir
Shirley.- Eso no te da derecho. Te pido por favor, Ernesto, no podés…
Profesor.- Solo quiero que se me complazca una sola vez.
Shirley.- Tené piedad. ¿No sentís un poco de agradecimiento por todo lo que te he dado?
Profesor. Cuando hago esta propuesta tan poco ambiciosa, estoy considerando lo que me diste todos estos años. Si es inteligente, sabrá elegir. Te conviene aconsejarla bien. Una sola entrega, contra años de encierro.


GIRO 30

Cecilia.- Zulma, Sebastián está en el cubículo, vos nunca hablas de eso conmigo… ¿Quién lo denunció?
Zulma.- No sé, nunca supe. Fue una denuncia anónima.
Cecilia.- ¿Cómo pueden hacer caso a denuncias anónimas?
Zulma.- Es la ley, mi Cecilia.
Cecilia.- Es una cobardía
Zulma.- Si, es cierto, mi Cecilia, una gran cobardía.
Cecilia.- Pero si él no le iba a hacer nada malo a nadie…
Zulma.- Es bueno que lo recuerdes así, mi Cecilia. Eso me conforta. Yo no he logrado saber quién denunció a mi hijo, que era tan bueno, pero cuando lo sepa, ya va a ver el que haya sido, ya va a ver. No saben de lo que soy capaz
Cecilia.- ¿Sebastián te ha podido contar cómo es el cubículo de los derivados?
Zulma.- Me escribe poco
Cecilia. Y las últimas veces que te escribió ¿qué decía?
Zulma.- Palabras sueltas
Cecilia.- ¿Cómo sueltas?
Zulma.- Si, sueltas. En una hoja, palabras, pero sin que estuvieran unidas
Cecilia.- ¿Qué palabras? ¿Me querés decir?
Zulma.- lluvia, muchas veces lluvia. Noche, más veces. Y también dibujos. Muchos pájaros, golondrinas, un sol verde, y tu nombre, mi Cecilia.
Cecilia.- ¿Mi nombre?
Zulma.- Sí, tu nombre. Era fuerte la relación que ustedes tenían desde chicos. Yo venía siempre con él a tu casa. Las últimas veces, él se ilusionó mucho contigo.
Cecilia.- A mí me gustaba mucho estar con él. Era lindo. Y yo creo que aunque yo fuera medio chica estaba como enamorada de él. Nunca le dije esto a nadie…
Zulma.- Lo sé, mi Cecilia, lo sé. Vos lo querías bien.
Cecilia.- Jugábamos mucho. Mamá me rezongaba porque yo algunas veces no le hacía caso ¿Tenés ahí la carta?
Zulma.- Tengo una (se la muestra)
Cecilia.- (toma la carta entre las manos lee, y se pone a llorar) ¡Birdman!
GIRO 31

JUEZ.- Señora Zulma, vuelva a subir al banquillo. ¿Jura decir la verdad?
Zulma.- Sí, juro ¿Usted jura hacer justicia?
Juez.- ¡Silencio! ¡Desacato!
GIRO 32

Profesor.- Nunca te enfrentaste a tu propio abismo, vos?
Federico.- Si, ahora. Tengo ganas de que te mueras, de que te parta un rayo.
Profesor.- Me temo que eso no está entre las cosas que podés lograr.
Federico.- Pero sí puedo matarte, de veras, y me aguanto porque…
Profesor.- Me debés algún que otro favor
Federico.- Yo podría decir la verdad de mi robo, y entonces no te debería nada.
Profesor. Me estás amenazando con meterme en un lío por no haberte denunciado
Federico.- Sí, porque es encubrimiento. Perderías tu puesto
Profesor.- ¿Para lo que gano? En cambio vos tendrías que ir al cubículo a cumplir tu pena. 20 años.
Federico.- Ernesto, ya sé que ella es maravillosa, ya sé que es una fiesta, pero no es para vos. Es para mí, entendés, para mi
Profesor.- ¿Por qué? ¿Porque soy mayor que ella?, ¿por ese convencionalismo? Te creía menos prejuicioso. Si yo pudiera ver su luz desnuda en mi dormitorio una sola vez, moriría feliz… Pensalo, si vos me apoyaras, te evitarías el cubículo, y después ella podría seguir contigo, si es que te quiere. Todo el mundo debe hacer sacrificios. “De hombres de sacrificio necesita la libertad: no de hombres que deshonren o mermen o abandonen a los que están prontos al sacrificio” dijo José Martí… Si lograra eso, yo después desaparecería de sus vidas. Eso es seguro. Tenés mi palabra




GIRO 33

JUEZ: Señorita Cecilia, he decidido llamarla al estrado
Cecilia.- Si, señor Juez
JUEZ.- Parece usted muy seria y responsable
Cecilia. Si, señor juez
JUEZ.- Sin embargo, alguna vez habrá dejado de cumplir con sus tareas…
Cecilia.- No, señor. Yo siempre cumplo con mis deberes.
JUEZ.- Pero usted baila.
Cecilia.- Si, alguna vez he bailado, pero nunca en la clase
JUEZ.- Ha bailado en el vestíbulo de su edificio, casi en la calle.
Cecilia.-Si, estaba con un amigo y le quise mostrar lo que era el ballet… ¿Él se lo contó?
JUEZ.- Yo no respondo preguntas. Yo las hago
Cecilia.- Sí, señor juez
JUEZ.- Veo que no tiene problemas para decir la verdad. Eso es bueno.
Cecilia.- Gracias, Señor juez
JUEZ.- No entiendo por qué da las gracias.
Cecilia.- Porque usted dice que soy honesta.
JUEZ. No se apure. Usted le hizo sugerencias poco decentes al Profesor
Cecilia.- Ya dije que eso no es cierto.
JUEZ.- ¿Y su relación con Federico joven?
Cecilia.- Somos amigos
JUEZ.- ¿Qué sabe usted de él?
Cecilia.- Que vive en casa del Profesor, que lo aprecia, que le debe algunos favores…
JUEZ.- Me interesa eso. Dígame qué favores.
Cecilia.- No puedo
JUEZ.- Señorita. ¡Esto es desacato!
Cecilia.- No diré más.
JUEZ.- Me retiro a reflexionar. Tengo dudas, y su silencio no ayuda. Mi programa indica una pausa. Daré mi veredicto en unos días.
GIRO 34
Shirley.- Yo hice lo posible, Cecilia. Lo que pasa es que vos no estás poniendo ni un poco de voluntad de conciliación.
Cecilia.- ¿Me vas a pedir que me acueste con el Profesor, por ejemplo, el próximo jueves?
Shirley.- Guardate el sarcasmo. La moral no es lo que vos creés. Si de ese modo, evitás que te manden al cubículo, eso es lo que cuenta.
Cecilia.- Los que dicen que nos parecemos, se equivocan.
Shirley. – No me lastimes por gusto.
Cecilia.- El no puede mandarme, si vos te oponés.
Shirley.- Estás equivocada, si después de una conciliación el adulto denunciante sostiene su postura, el menor es enviado al cubículo. Además, la verdadera conciliación es con el menor. Es él el que tiene que ganarse al adulto para que no lo mande.
Cecilia.- Entonces, ¿por qué con el hijo de Zulma no hubo conciliación?
Shirley.- Ahí no se podía porque la denuncia era anónima. No sabían a quién citar. En esos casos, no hay vuelta atrás, el denunciado va seguro al cubículo, sobre todo si está bien fundamentado y hay fotos...
Cecilia.- Pero hay una sola versión de la historia, la persona no puede hacer sus descargos, yo quiero declarar.
Shirley.- Querida, es una cuestión de credibilidad. Al adulto siempre se le cree más. Y cuando la denuncia no es anónima, cuando el adulto va al juez, y da la cara, es porque espera poder negociar el asunto. Es lo que pasa aquí. El profesor te está ofreciendo una salida.
Cecilia.- ¿Cómo sabés tanto vos de estos procedimientos?
Shirley.- Me lo explicó el abogado, una vez.
Cecilia.- ¿Esa vez, fue cuando denunciaste al hijo de Zulma?
Shirley.- ¿Me revisaste los papeles? ¿Zulma lo sabe?
Cecilia.- Yo solo sospechaba… Mamá, ¿cómo pudiste?
Shirley.- ¿Zulma sospecha?
Cecilia.- Nunca me dijo nada. Pero ¿por qué, mamá, por qué hiciste eso?
Shirley.- Él era un peligro para vos. Y se estaba poniendo grande, y vos demasiado linda. Y ella no me hizo caso. Lo siguió trayendo. Yo le pedí que no lo hiciera. Era un riesgo. Debí prevenirlo. Yo te quiero mucho, eso es lo que pasa… Y vos, bailabas para él en la sala de casa, y él se disfrazaba para vos, y yo veía sus grandes ojos negros y la forma en que te miraba. No te sacaba los ojos de encima, y vos, en puntas de pie, te acercabas a él y lo seducías. Acababas de salir de la niñez. Ya sé que no lo hacías a propósito, pero lo hacías. Siempre tuviste esa cualidad con todo el que se te acercaba, sin maldad, sin voluntad, no necesitabas esforzarte… y él te rodeaba con aquella capa ridícula y ambos terminaban a las risas rodando por la alfombra. Y después se iban al hall y jugaban. Tus senos empezaban a crecer y tus pequeños pezones se notaban a través del buzo de algodón. Él era más grande que vos. Un día lo vi besarte ¿Qué más iba a esperar? Te hubiera preñado, cualquier día, y cuando quisieras acordar, estarías casada con un excluido, un semental, cuyo único mérito sería muscular. (Gira y sigue el diálogo con Federico)
GIRO 35
Cecilia.- ¿Cómo me vas a proponer eso? Me estás diciendo que me venda. Actuás igual que mi madre. Parece que se hubieran puesto de acuerdo.
Federico.- Estoy de acuerdo con ella, sí, lo hablamos.
Cecilia.- ¿Con mi madre? Hay cosas que nunca voy a entender… ¿Vos hablando con mi madre?
Federico.- El Profesor quiere trascender escribiendo sobre la desnudez de tu luz. Es un desvarío estético. Un capricho literario más que nada. Quiere también verte bailar
Cecilia.- Y si surge alguna cosita más, también la quiere…
Federico. (avergonzado) Si, claro.
Cecilia.- Así que quiere que sea algo que está a mitad de camino entre ser musa y ser puta. Los dos de acuerdo. Me están sacrificando.
GIRO 36
(Sebastián en el cubículo ha terminado de armar unas alas rústicas de golondrina. Su pecho está hinchado y blanco y de golpe se tira al suelo y rueda sobre sí mismo en el suelo como antes lo hiciera con Cecilia).
JUEZ. Señor Profesor, pase al estrado por favor. Ha pedido usted una sesión especial
Profesor.-Si, Sr. Juez, he decidido retirar mi denuncia. Hemos tenido una conciliación.
Juez.- Bien, entiendo que usted ya no la deriva. Lamentablemente, no puedo cerrar el caso aún, pues tengo otra denunciante: Señora Zulma, suba al estrado por favor
GIRO 37
Zulma.- Buenas tardes, Señor juez.
JUEZ.- Buenas tardes, Señora Zulma. Diga usted lo que ha venido a plantear.
Zulma.- Pues, yo me he pensado muy bien todo antes de venir, y vengo a hacer denuncia sobre la joven Cecilia, para que sea enviada al cubículo. He decidido hacerlo públicamente, y no porque quiera negociarlo. Ella es una joven negativa, destructiva para todos los que la rodean, sí señor, produce el mal, baila en forma provocativa, roba el alma a los demás y le hizo mucho mal a mi hijo… Lo desquició. Él me dijo:”cuando salga volveré a ver a Cecilia, la única golondrina que me llevará en su vuelo”. Es lo único que me escribe en su última carta. Mi hijo está loco por su culpa, Señoría, porque si Cecilia no hubiera sido así, su madre no lo hubiera denunciado... Fue ella la que extravió a mi hijo…
Shirley.- ¡No, no hagas eso! ¡Ella es inocente!
Zulma.- ¡Mi hijo también era inocente! ¡Pero yo hago como acá son los jóvenes los que pagan nuestras culpas, ella va a pagar la tuya!
JUEZ.- Silencio, orden en la sala. Señora Zulma, le pregunto por la razón de sus dichos, es decir, ¿cómo sabe usted que la Sra. Sheila denunció a su hijo?
Zulma.- Me lo contó el Profesor, su Señoría. El Profesor es un hombre de bien, que me aprecia. No pudo guardarse semejante secreto. Esta mañana antes de venir al Juzgado, me lo contó. Dijo que si no me lo confesaba, no podría dormir tranquilo.
JUEZ.- Frente a esta segunda denuncia que pesa sobre la Srta Cecilia, no queda más remedio a la judicatura que determinar la derivación de la misma al cubículo, por lo que marca la ley de seguridad y prevención del delito: veinte años a partir de la fecha
GIRO 38
JUEZ. Siguiente caso: Hilda Pérez. Profesión
Cajera. Soy cajera
JUEZ.- Tengo que procesar otro caso. Hilda Pérez, cajera de la hamburguesería, acusada por la Cooperativa de perjudicarlos en su imagen, se verá obligada a responder por daños y perjuicios por un millón de dólares
Cajera. Pero yo no tengo ese dinero
JUEZ. En ese caso me veo obligado a tomar una medida extrema. Es una forma de colaborar con la producción.
Cajera. ( Al profesor) Vos me mentiste, me dijiste que habías hablado con los cooperativistas.
Profesor. No te quise mentir, yo no sabía, y tenía hambre, perdóname. Después traté de hablar, te lo juro, pero no me conocían y no quisieron escucharme… Sr. Juez, esta señorita no merece esa medida. Yo puedo ser su tutor por el tiempo que sea necesario… Es más, si no hay otra salida, me ofrezco en su lugar, para ser reciclado.
Juez.- La ley 134.567 marca que si los adultos empleados desaprovechan las oportunidades que se les brindan, la Cooperativa tiene derecho a disponer la reutilización de su materia prima en nuevos productos. Sin embargo, a la Ley y más a la cooperativa, le da lo mismo de dónde proceda la carne, de modo que la judicatura acepta su propuesta de permuta, profesor. Ahora vaya a su casa, y espere el camión refrigerado que pasará a buscarlo.
GIRO 39

Profesor.- (de frente al público)
Federico (de espaldas, sin que se vea su mano)
Profesor.- ¿Qué hacés, Federico? No me mires así, todo fue por la poesía, por perpetuar aquella poesía para mí solo. Fue mi musa por una noche, e irradió su poder celestial. Pero entonces entendí: Nadie más que yo debía volver a ver aquella luz rosa en la oscuridad, nadie más, tenía que hacer algo para que mis ojos fueran los únicos que atesoraran semejante belleza. Y después, hablar con Zulma, fue una estratagema genial, ¿verdad? , ahora la belleza de Cecilia es solo mía, escondida en un cubículo, al que nadie podrá llegar… ¿Acaso merecías que yo la protegiera para ti? No, Federico, porque a la hora de las definiciones, fuiste atrapado por las gasas de lo posible, igual que yo, en lugar de ir en persecución de los imposibles, y por eso ahora tendrás que conformarte con acostarte con su madre, repitiendo mi historia. Serás yo mismo, lo que desprecias, una y otra vez ¿Estás armado? Bueno, qué importa, hubiera preferido sustituir a la cajera, como final era más heroico y romántico, pero sin duda, esto es más rápido, y más intenso… gracias Federico (disparo de Federico, apagón)
GIRO 40
Sebastián (en el cubículo) Cecilia… me dijeron que habías venido… hablemos, sé que me podrás escuchar, al menos en el cubículo nos permiten conectarnos mente a mente y hablar entre nosotros, los futuros pecadores, los malos potenciales, los energúmenos en embrión, los que somos un riesgo y necesitamos, estar encerrados antes de que se les pase por la cabeza cometer un delito… Aquí y ahora, estás conmigo. (Entra Cecilia) No serás de un solo verano… (Se acercan) Vas a quedarte conmigo. Haremos juntos todos los vuelos, hasta el último. Somos un casal, lo verás. Aquí tendremos a nuestros pichones
¡Mamá! Sé que no querías denunciarla, porque sos buena, pero ya vez, era la única forma de darle un poco de felicidad a tu hijo, gracias, mamá por traerla a mí
Zulma.- (rompiendo en llanto, lejos de su hijo) Usted lo merecía, hijo… Yo no me equivoqué, usted está limpio…
Sebastián.- Mis alas subirán alto, como aquellas tardes y estaremos para siempre juntos! Cecilia, debes unir tus plumas finas sobre mi cabeza. Mamá, ¡Ella agitará sus alas, y me dará aire que necesito!
Cecilia.- ¿Y cuando yo me debilite?
Sebastián.- Si te debilitas, yo soplaré tanto que levantaré tus alas
Cecilia. Te amo, Sebastián
Sebastián. Yo también, Cecilia
Cecilia. Los siento llegar. Todos los monstruos me atacarán, Birdman.
Sebastián.- Si los monstruos te tocaran, Cecilia, si la muerte te quisiera para ella sola, y si yo no pudiera defenderte de todos ellos, igual me quedaría contigo y les picotearía los ojos, sí… y te daría aire con mis alas. Estaríamos juntos más allá del último momento, pluma con pluma, porque no somos humanos… ni lo seremos jamás. Así, no…Así, no… (Él se abandona a sus brazos, ella lo abraza, y lo sostiene, moviendo el ala creada por Sebastián para darle aire)

FIN



Margaritas en el mar (Premio Anual 2012 del MEC, compartido, de dramaturgia)

Margaritas en el mar




Obligaremos al futuro
a volver otra vez
Juan Gelman
( Mundar, 2007)





personajes:

Payaso
Aviador
Mujer
Dueño
Marioneta
Ella
Periodista
Mago
Mujer Barbuda
Trapecistas





















De Rossana Mutarelli








A modo de intromisión con quien la ponga
en escena:


Dueño del circo aparece de galera y frac. La marioneta, de vestido blanco, vaporoso, a medida que avanza la acción, va perdiendo capas de tela hasta que el vestido se vuelve casi transparente. Es frágil y bella. El payaso viste como tal y tiene una nariz roja. La mujer es joven, está embarazada y con un vestido similar al de la marioneta, pero no blanco ni casi transparente. “Ella” viste de un modo más realista y actual, con respecto a los personajes del circo, cuya característica en vestuario debería apostar a la intensificación de lo fantástico o absurdo.
Se necesitará además, para la obra, en general, canto o graznido de pájaros en particular gaviotas, música circense, sonido de aviones y de perros.
Hay dos o tres sillas y unas escaleras de tijera o un practicable muy alto con escalerilla donde al aviador le sea posible subirse o una red a la que treparse. El aviador “volará” en esos lugares. También debe haber un trapecio, o una hamaca para uso de algunos personajes.
En uno de los laterales debe haber tierra suficiente para clavar una pala y enterrar una planta de margaritas.


Episodio 1

(Se escucha el sonido del mar y de aviones, aullidos y ladridos de perros. También el llanto de una niña, llamando a su madre. Al comenzar la acción, en uno de los lugares altos mencionados, está el aviador, con su gorro y lentes de aviación puestos.
Aparece un mago y agita su varita mágica. Al influjo de ella, pasan o bailan delicadamente dos trapecistas. Es como si ensayaran, porque no están en la pista principal del circo.)

Payaso.- (que puede usar silbato o armónica o
tambor o platillos, al aviador que empieza a descender)
“Siempre decir//siempre hablar// pasen
a ver el circo //otra verdad //otro final// pasen
a ver el circo// es mortal, // sensacional //pasen
a ver el circo// Somos felices de conseguir//
el silencio y la paz 1 ¡Tiruliru tiruliru! (Se ríe
forzadamente) ¡Ríe, debes reír! ¡Tiruliruliru! (el
payaso gira alrededor del aviador emitiendo sonidos
musicales y haciendo piruetas, hasta llegar a
la alteración) ¡Piripiririripipipi ...pi...pi…. ririripppiiiii!!
(mirándolo atentamente) ¡Bienvenido!
En este circo podrías servir para el trapecio
o para el aro de fuego. Puedo hablarle al Dueño.
Te gustan las alturas ¿Qué vendrías a ser en
esencia? ¿Cuervo? ¿Aguilucho?

Aviador.- (“vuela” con manos y brazos desplegados
.Cuando deja de volar, es muy tímido). Buenas
tardes. Soy el aviador. No sé cómo llegué
acá...

Payaso.- Quizás te pueda ayudar, si te portas
bien. (Mientras baila, ríe y toca el pito u otro
instrumento.) Supongo que estarás en medio de
un viaje migratorio, gaviotín, gaviotín, gaviotero,
cantarás como el benteveo, o sos como el
carpintero, ero?? (Se ríe muchísimo. El aviador
no ríe.) ¡Amargo! ¡Sonreí, por lo menos! ¿no te
gustó? Soy un buen payaso, no? Mírame... Si
no veo una sonrisa, por lo menos, no le hablo
al Dueño.

Aviador.- (sonriendo forzadamente) Si, claro,
me gustó mucho ¿Es el único Dueño acá?

Payaso.- Es uno de los socios. Hay otros, pero
no se ven.

Aviador.- ¿Y ellos querrán recibirme aquí?

Payaso.- ¡Ah, no sé! Pero puedo darle referencias
tuyas, porque después de todo te conozco.

Aviador.- Gracias...Pero, ¿De dónde nos conocemos?
¿Por qué me mira así?

Payaso.- (Haciendo ruedas de carro o paro de
manos.) ¡Me fuiste a ver una noche, lechuzón!
¡Me trajiste un regalito y de categoría! (Sigue
haciendo ruedas de carro.)

Aviador.- La verdad es que no recuerdo eso (se
escuchan sonidos de aviones) Disculpe, ¿Hay
pista acá?

Payaso.- Te pasaste de tarado. ¿Dónde viste
circo sin pista?

Aviador.- ¿Es larga?

Payaso.- Confirmado.

Aviador. - ¡Ah, qué bueno que es larga!

Payaso.- Confirmado lo de tarado. ¿Dónde
viste pista redonda y, a la vez, larga?

Aviador.- Entonces no puedo despegar.

Payaso.- Despegar podrías, pero volar y llegar
alto... No, no. Sería lindo espectáculo, ¡eh! porque
después del fuego haciendo arder la tela de
la carpa, se verían las estrellas... Estofado de
perdiz o arroz con pajarito, podríamos hacer
después contigo!

(Pasa bailando o haciendo rueda de carro una
muchacha.)

Aviador.- ¿Quién es esa?

Payaso.- Una de las trapecistas, creo... Sh...no
importa...(lo aparta del lugar por el que ella pasó).
Sh... Nosotros estamos atrapados. Te muestro.
(Lo lleva hacia un lateral. Se enciende una luz potente
en esa calle del escenario y empiezan a ladrar
perros, furiosamente. Señalando hacia afuera.)
Nos vigilan, te dije. ¿Ves esa carretera?

Aviador.- (contento) ¡Es una pista! ¡Esta sí es
larga! (ladran perros)

Payaso.- Carretera.

Aviador.- Pista (ladran perros).

Payaso.- ¡Carrepista!

Aviador.- (Fuerte y firme.) ¡Pista!

Payaso. ¡Ah, muy bien! ¿Se te acabó la timidez?

Aviador.- Bueno, es que yo...

Payaso. ¡Paparruchas! Sería pista si yo tuviera
avión.

Aviador.- Yo tengo avión (ladran perros).

Payaso.- (Entusiasmado.) ¿Y dónde está?

Aviador.- (Señala hacia él mismo, moviendo sus
brazos.) Acá.

Payaso.- ¡Así que te haces el gracioso! (lo va empujando).
A mi no me vas a sacar el lugar, eh!
¡No quedan puestos de payaso en este circo!

Aviador.- No quiero ser payaso, me escuchó?
Si esto es carretera (el otro va a protestar). ¿Por
qué nunca se fue caminando? ¿Qué esperamos?
¡Nos podemos ir! ¡Vamos!

Payaso.- No. Te agarran los perros.

Aviador - Volando... no pueden.

Payaso.- Sí, pueden. Porque yo no te voy a
llevar en brazos, y vas a tener que caminar, y
cuando te vas a subir a un avión, te agarran.
Ah, y son cientos de perros. ¿Entendiste, ahora,
pajarón? El otro lugar por el que podrías
irte de aquí es por el aro que está en la pista redon-
da del circo. (Señalando en otra dirección a
la de la carretera.) Para allá, ¿ves? Ahí se prende
fuego el aro y vos pasarías volando por adentro...
(Imita el vuelo del otro, haciéndole burla.)
¿Entendiste, pajarraco? Eso sí, podrías pasar,
siempre que no tengas una culpa muy grande,
porque si es grande, solo lo lograrías, si antes
dijeras la verdad. (Ríe nerviosamente.)

Aviador.- No entiendo.

Payaso.- ¡Resultaste un pasmado, eh! El aro es
como el confesionario de cualquier parroquia,
redondo y más efectivo. Ahí no se puede joder
a nadie El último que se animó a pasar parece
que tenía una culpa grande que rozó el aro y se
incendió todo. Se guardó el secreto, porque le
pareció que no importaba mucho su culpita y
se prendió fuego hasta el alma... (Ríe.) Tengo
que reconocer que fue el mejor espectáculo de
este circo... “¡Circoooo!, Toda la verdad te la da
el circo, si te quieres divertir y gozar y reír y del
gran show disfrutar, ¡circo!, no hay nada como
el circo que te llene de verdad...

Aviador.- Hace unos años vi a un hombre
prendido fuego y se le desprendían de la ropa
y del cuerpo escamas de ceniza que el viento se
llevaba volando tan arriba que sólo yo podía
seguirlas con el avión.

Payaso.- ¿Escamas de ceniza? ¿Era un hombre
o un pescado? El tuyo es flor de gorjeo poético
en la memoria, pero (señalando su cabeza) no te
queda ahí nada de mí?

Aviador.- Es mi memoria, no es tu culpa.

Payaso.- Chocolate por la noticia, claro que
no es mi culpa.

Aviador.- Pero tampoco es mi culpa no
acordarme.

Payaso. Lo tuyo es un alzhéimer circunstancial
y culpable.

Aviador.- (Sin prestarle atención.) Tengo gran
memoria para los aviones, los tipos, los modelos,
los aeropuertos, pero no me acuerdo de
las caras de la gente. Recuerdo que mi avión
es Lockheed L-188 AF Electra. También piloteé
un Shorts SC.7 Skyvan 3M-400. Recuerdo
con precisión que dos veces vez usé un Fiat
G2-22.

Payaso.- ¡Bastaaaaaa! ¡Stopppppp!, ¡pesado!
que esto no es un programa de preguntas y respuestas!
¡A vos, igual, te sacarían a patadas!

Aviador.- No entiendo por qué

Payaso.- Porque no hiciste muchos méritos.
Te voy a refrescar la memoria. (Crea suspenso
con los platillos o va acompañándose con sonidos,
mientras cuenta.) No te hagas el sonso. Había
sido un día sofocante de esos de verano, la
gente estuvo hasta tarde en las veredas, pero
después, empezó a llover y refrescó un poco y
todos se metieron para adentro. Arrancaron los
relámpagos y los truenos un rato después, esperaste
en el coche a que la luz de mi dormitorio
se apagara porque no querías que mi mujer
te viera, y ahí golpeaste la puerta despacio, toc,
toc, como habíamos quedado. No hay detalle
de ese día que yo no recuerde.

Aviador.- No me acuerdo

Payaso.- Se nota que te lavaste a fondo la azotea,
y te rasqueteaste todas las cagaditas de paloma...
Ahora te pusiste tímido, te achicaste, te
convertiste en otra persona.
Atención: (pausa, se prepara, ampulosamente,
mientras se desplaza dando piruetas y haciendo
reverencias).
Eras columna envarada/ de mandíbula apretada/
El trasero bien enhiesto/ como con palo
puesto! (Ríe a carcajadas.)

Aviador.- ¿Qué dice? ¿Quién le dio confianza
a usted? No quiero escucharlo. No me voy a
quedar acá. (Empieza a “volar” intentando despegar
con desesperación, agitando brazos.)

Payaso.- (Haciendo malabares.) ¡A volar, tijereta
y reventarse la jeta!

Aviador.- Usted me está hostigando. Yo siempre
he sido un buen hombre, incapaz de algo
malo, turbio, como lo que usted insinúa...

Payaso.- ¡Un pichoncito, ¿no? Estoy casi convencido...

Aviador.- No se burle por favor.

Payaso.- Está bien. Te creo. Se ve que te pasó
algo que te dejó así, una laguna, no sé... Pero
lo que te voy a decir está prohibido contarlo.
Es mi recuerdo. (Se acerca a él y se saca la nariz,
le habla en secreto.)

Aviador.- ¡Eras tú! ... Con esa nariz no te había
reconocido... Menos mal que eras tú!

Payaso.- (Ríe, saltarín.) ¿Puedo decirlo? (suena
el silbato o la armónica) ¿Puedo cantarlo? (suena
el silbato) ¿Puedo gritarlo? (suena el silbato)
¿Quedaré fuera de los bronces? (ríe) ¿Te parece
mal lo que hice entonces?

Aviador. ¿Dijiste si me parece mal?

Payaso.- ¿Mal, cuál?

Aviador.- ¿Cómo, mal?

Payaso.- Eso, mal.

Aviador.- ¿Pero, cómo mal?
En todo caso, fue un bien
te costó más de un vintén
Y ahora mírate cómo estás:
Un payaso pobre
nada más
mendigando el perdón
por una buena acción.

Payaso.- (Enojándose.) No me copies y contestame:
¿Te pareció entonces una buena acción?

Aviador.- Si, lo digo de corazón.

Payaso.- (Más enojado.) ¡Basta de rimas! Es en
serio.

Aviador.- Tuviste buen criterio (ríe ahogadamente).

Payaso.- Entonces quizás ahora pueda decirlo...
¡Qué alivio! Me sacas un gran peso de encima...
(Pasa una muchacha bailando o entra y se hamaca
un momento en el trapecio.)

Aviador.- Otra vez una trapecista.

Payaso.- Shhh... Ni las nombres. Nos odian y
aparecen a cada rato, y son peligrosas, tienen un
perfume que es como el canto de las sirenas, te
lleva, te lleva...te arrastra... Lo mejor es no mirarlas
(En secreto.) Dale, ¡Ahora te toca a vos!

Aviador.- ¿A mí?

Payaso.- Si, claro. Podrías confiarme un secreto,
¡qué tanto!, ¡somos hermanos de encierro! (El
aviador le dice algo en secreto, pausa.) Ah...Ahhh...

Aviador.- Ah...¿Qué?

Payaso.- ¡Ah la perinola! (Ríe y acosa a la vez) y
Ah de Asombro, pero también “A” de Animal,
“A” de Abominable, “A” de abuso, “A” de aeroplano,
“A” de agua, “A” de asesinato... “A” de...
Arlington... A de... Triple “A”. (Ríe.)

Aviador.- P de pa...yaso...P de pe...lotudo... P
de pacotilla...P de... peligro...P de palo... P de
poco padre!

Payaso.- C de culo, R de roto!

Aviador .- ¡Basta! ¡Basta de esta mierda!

Payaso.- (Uniendo los dedos índice y pulgar.)
¡Omm! (Tranquilo.) ¿Ves? Yo soy como un manual
de autoayuda. Ahora estás mejor. Había
que pincharte. Por eso pudiste recuperar tus aires
de triunfador, tu paso de mando. Vamos a ver:
¡Fuerte, vamos, como antes, dale, un, dos, un,
dos, un, dos. (El payaso camina emulando el paso
militar, luego da saltitos para convencer al aviador
que se aparta volando.) No te pongas así, tenías
que mudar las plumas y volver al plumón de
antes, tenías que recuperar el garbo, el planeo, la
postura, parecías golondrina de un solo verano,
en lugar de parecerte a un cóndor! ¡No te vayas,
que me siento un poco solo! La infantería no
puede nada sin la aviación! Si no lo reconoces,
nunca podrás salir de acá. Si vos te animaras a
atravesar por el aro de fuego, yo también lo haría,
porque si tu lograras pasar sin quemarte, yo
también, ¡seguro! (Suenan sonidos, golpes, timbres,
campanas, llantos, gaviotas, motores.) ¿Y eso?
¿Qué fue? ¿Quién será? ¿Nos vendrán a buscar?
Todavía no puedo ir. No estoy pronto. (Suena
una radio, acoples, interferencias y se ilumina otro
sector. Allí están Ella y el periodista.) ¿La ves? ¿La
ves?, ¡Ahí está! (señala hacia Ella, que está en otro
espacio y tiempo. Aviador y Payaso quedarán bajo
su propio círculo de luz durante la charla entre el
periodista y Ella. Payaso mira hacia Ella).
Aviador .- ¿Quién está? Yo no veo nada

Episodio 2

(Ella está en su casa, donde es entrevistada por
un periodista. Él puede estar presente o hacerse la
escena con una voz en off.)
Ella.- Me lo dijo mi mamá. Mi papá había
muerto hacía unos meses y mi madre me dijo
que mi familia biológica me estaba buscando.
Periodista.- ¿Usted les sigue diciendo papá y
mamá a sus apropiadores?
Ella.- Sí. Las dos son mis madres. Los dos son
mis padres. Ellos no sabían. No es cierto que
sabían que a mi madre biológica la habían desaparecido.
Algunos periodistas dijeron cualquier
cosa.

Periodista.- ¿Usted sabe algo de sus verdaderos
padres?

Ella.- Casi nada. Eran muy jovencitos. Los secuestraron
en Buenos Aires. Bueno, y después
los llevan a un centro clandestino. Allí permanecen.
A mi papá lo matan. Y a mi mamá la
traen a Uruguay. Estaba embarazada de mi,
secuestrada.

Periodista- ¿Cómo se entera usted de la verdad?

Ella.- Mi mamá me cuenta, me dice que me
lo iban a decir pronto, pero no pudo ser porque
mi padre se murió antes.

Periodista.- ¿Cómo está tan segura de que
se lo hubieran dicho? Quizás pensaban seguir
ocultándoselo...

Ella.- (En un silencio incómodo, se adelanta y
aparta, baja la luz en ese sector. Con luz de seguidor,
y música circense, entra muchacha y se
balancea en el trapecio, mientras la mujer barbuda
la empuja suavemente. La luz enfoca a malabarista
y luego se dirige a Ella, que está arrollada
en el piso. Desde allí va a enfocar a Aviador y
Payaso.)


Episodio 3

Aviador.- ¿Qué mirabas? No te entendí y quedaste
como ido...
Payaso.- Estoy cada vez peor. El Dueño de acá
dice que son alucinaciones... Pero me parece
verla.
Aviador.- Ahí está la trapecista.
Payaso. – (Alterado.) No la mires. No le des el
gusto.
Aviador.- Aparecen de la nada.
Payaso.- ¡Exacto! Son perturbadoras... (Se escucha
el ruido de una interferencia.) ¿Qué es
ese ruido? ¿Habrán puesto algún micrófono?
(Suena de nuevo el ruido del walkie talkie del
aviador; el payaso señala el bolsillo.) ¡Ahí está!
¡Es tuyo! El ruido viene de tu bolsillo.
Aviador.- No es nada. Es un walkie talkie.
Payaso.- Pero... ¿te graduaste de idiota o qué
te pasa? Con eso podemos comunicarnos. Con
eso puedo hablar con mi hija, o con quien
quiera. ¿Con quién hablas por acá?
Aviador.- No es un teléfono. Sirve solamente
para hablar con la autoridad.
Payaso.- ¿Qué autoridad?
Aviador.- Con la Autoridad.
Payaso.- ¿Qué autoridad? autoridades hay
muchas...
Aviador.- Con la Máxima. No puedo decir
más. Son órdenes. Es material clasificado.
Payaso.- Dámelo.
Aviador.- No te doy nada. (Se pelean tratando
de agarrar el walkie talkie.)
Payaso.- ¡Dámelo, plumífero! ¡Si no me lo das
les cuento a todos tu secreto y por qué estás
sudando miedo y remordimientos!
Aviador.- Yo no tengo remordimientos. A veces
hay que hacer cosas jodidas. ¡No proyectes
en mi tus culpas y no me toques que te saco esa
nariz! (forcejean otra vez)
Payaso.- ¡No! ¡Mi nariz, nunca!
Aviador.- ¿Así que escondido atrás de una nariz?
¡Cagón!
Payaso.- ¿Y qué?, ¿Solo yo tengo miedo? ¿No
estamos acostumbrados a eso, no? Mi nariz no
me la sacas. El último domador quiso arrancármela
para divertirse, se distrajo y lo único
que quedó de él fue la carnecita entre los dientes
de los leones!
Aviador.- (Firme.) Leones, acá no hay! (Temeroso.)
¿O si?
Payaso.- Ah! ¿Te cagaste, no? (suena el silbato
o el tambor). No, no hay... (Ríe.) ¡Para qué van
a querer los animales si te tienen a vos y a mí,
gallinita! (ríe como loco, y para de golpe). ¡En
serio!
No te preocupes, no te tiraría a los leones, porque
siempre voy a estar agradecido por el regalo
que me hiciste.
Cuando yo era chico, tenía un walkie talkie,
que me dieron mis padres y, con él, me comunicaba
con Dios. ¡Dios me decía cada cosa por
el walkie talkie! Si me lo dieras, a lo mejor logro
contacto... Él nos puede ayudar ¡Cuidado
que ahí viene un león! (Aviador se sobresalta,
payaso se ríe.)
Aviador.- Está bien (se lo da). ¡Igual, para qué
quiero esto ahora!

Payaso.- (Primero coloca el walkie talkie frente
a él, como sobre un altar, y se arrodilla.) Escucha
Señor, nuestra confesión y nuestra súplica...
Alabado sea Dios... Necesitamos perdones sellados
y firmados por ti, para salir de aquí. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Aviador.- Yo no preciso confesar nada. Soy
una víctima, fui desplumado.

Payaso.- (Al aviador.) Bueno, después hablamos,
ahora dejame (a Dios). Aquí estoy, contestame,
Dios, cambio (el walkie talkie hace un
ruido ininteligible, mezclado con interferencia).
Bueno, sí, entiendo, hace tiempo que no te hablo.
Es tu derecho. Pero yo quisiera que me dieras
otra oportunidad, cambio. (Otra vez ruido
ininteligible.) ¡Gracias, Dios! ¡Bendito seas tú,
Dios mío! (ruido). ¡Gracias Señor! (Al aviador,
haciéndole señas de que repita con él.) Alabado
sea el Señor. ¿Qué? (apartándose del aviador)
(ruido). Está bien. Voy al grano. Gracias, no te
vas a arrepentir, cambio (otro ruido). Si, claro,
tú no tendrías nada de qué arrepentirte, porque
sos bueno, así, naturalmente. Ya sé que soy
yo el que se tiene que arrepentir, cambio (otro
ruido). Bueno, bueno, che, no hice tantas cosas
malas como para arrepentirme tanto. ¡Che, lo
único que hice fue aceptar un regalo y callarme
la boca. (Otro ruido.) Perdón, Dios, no fue
mi intención compararte con el guerrillero comunista
(Ruido.) ¡Gracias, Dios! (Ruido.) ¿Que
por qué soy payaso? ¿Y tú no sabes por qué?...
(Ligera sospecha.) Y bueno, con los años, quise
cambiar. (Ruido.) Si, ya sé que no siempre
se puede, pero yo quería ser otro, como dice
la canción “El pirata cojo” de Joaquín Sabina
(otro ruido). ¿Que quién es Sabina? (gritando).
¿Quién es el descerebrado que se está haciendo
pasar por Dios? (Ruidos enormes, de truenos y de
interferencia telefónica o radial.) ¿Yo? ¿Yo? Dios,
para nada, por favor, tus oídos te están dando
señales equivocadas (ruido). No, no, yo no fui
el que dijo eso... No, no... cambio (otro ruido).
Fue el aviador, que está medio loquito, cambio.
(Otro ruido.) Bueno, le digo, cambio. (Otro
ruido.)Le digo, cambio (otro ruido). ¿Todo eso?
(pausa). ¡Qué boquita! (Pausa.) Bueno, calma,
calma... cambio (otro ruido). Sí, sí, yo sé que
Dios es misterio y todo eso, pero siendo Dios
no es raro que no conozcas a un humano?
cambio (otro ruido). Ah... viajas mucho ... (otro
ruido). Yo pensé que eras ubicuo (otro ruido).
¿Eh? ¡No sabes lo que es la ubicuidad! (Ruido
fuerte.) ¡No!, si yo no dije nada! ... Tu eres un
sabio, un sabio, sí, claro, pero entonces (pausa)
estás sordo, cambio (ruido fuerte). No me
llames de ese modo, que soy sensible... (Otro
ruido.) ¿Que quieres que te cante la canción de
Sabina? Bueno, pero mira que no es lo mismo,
(otro ruido). Gracias por la confianza (agarra
el walkie talkie como micrófono y canta el inicio
de la del Pirata Cojo de J. Sabina). “Partiré de
viaje enseguida/A vivir otras vidas,/A probarme
otros nombres/A colarme en el traje y la
piel/De todos los hombres/Que nunca seré...
(sigue hablando), (otro ruido). Gracias por los
aplausos, Dios (otro ruido). ¿Qué por qué quiero
vivir otra vida? Y bueno, es que la mía me la
cagué un poco, (ruido fuerte). Bué, la ensucié
(ruido). No, en la canción de Sabina no hay
ningún payaso, pero cuando mi hija era chica
era muy feliz con las bromas que yo le hacía...
Así que para recuperar esos momentos de felicidad,
decidí hacerme payaso (ruido fuerte).
No te escucho bien!¿Qué la verdad..., qué? ¡No
te entiendo, la voz se va! ¿Qué verdad? ¿Qué te
parece, Dios, cambio (ruido del walkie talkie).
¡Pájaro! Esto está fallando.

Aviador.- Son las pilas.

Payaso.- ¡Se me acabaron las pilas, Dios! (otro
ruido más fuerte) Dios... Dios, cambio... (Otro
ruido.) Dios, cambio... (Otro ruido.) Dios,
dame otra oportunidad. Solo quiero verla...
(Entra una de las muchachas trapecistas bailando
amenazante hacia payaso y aviador.) La última,
por favor... (Otro ruido.) ¿Dios? ¿Dios?
(Baja suave la luz.)



Episodio 4

Periodista.- ¿Por qué crees que tu padre adoptivo
supo toda la verdad recién cuando estaba
por morir?

Ella.- Por todo el movimiento que hubo, por
las cartas al Gobierno. Comenzaron a salir cosas
publicadas. Me parece que sería muy inocente
de mi parte pensar que no sabía que mi
familia biológica me buscaba. Y aparte ese año,
su salud desmejoró mucho y después se murió
y yo creo que esto tuvo que ver.

Periodista.- ¿Qué consecuencia inmediata
tuvo su muerte?

Ella.- Fue un gran dolor, pero no pude hacer
el duelo, porque enseguida vino todo lo otro.

Periodista.- ¿Qué sentiste entonces si no pudiste
hacer su duelo?

Ella.- Que él había muerto y que solo él podía
decirme lo que sabía...
(Baja la luz en ese sector.)

Episodio 5

(En un círculo de luz, la marioneta se levanta
movida por el Dueño que maneja los hilos imaginarios
hasta ponerla de pie. La marioneta le hace
una reverencia profunda y queda en esa posición
hasta que el Dueño, la vuelve a mover y otra vez
se inclina en una reverencia.)
Dueño.- (Acariciándola y yendo de lo más inocente
a lo más sensual.) Eres casi una niña, pero
cada vez te irás poniendo más grande, más
fuerte... Ya te vas amoldando a lo que se espera
de vos...Moderación, elegancia, compostura,
discreción, sonrisas, belleza, encanto, sensualidad,
servicio. Toda una damisela que protege
sus vergüenzas y las mías. Límpiame un poco
las manos.

Marioneta.- (Lo limpia, con movimientos mecánicos.)
¿Así, Señor?

Dueño.- Ahí queda un poco de polvo y una
manchita.

Marioneta.- ¿Así le parece, señor?

Dueño.- Un poco más, ahí.

Marioneta.- ¿Y ahora? ¿Está contento?

Dueño.- No mucho, pero ya estoy cansado
de esta posición. Estoy preocupado ¿Qué dijo
anoche el domador, antes de pasar por el aro?
Marioneta.- Dijo que...

Dueño- Ese lugar y lo que allí se dice me inquieta.
Es peligroso, muy riesgoso. Ha costado
mucho llegar a conquistar lo que tenemos hoy.
Hay que cuidarte, envolverte, mantenerte en
ámbitos silenciosos y armónicos (se va acercando
a ella y la acaricia), vos sos muy frágil, muy
jovencita, muy tierna.

Marioneta.- Gracias, señor.

Dueño.- Si... pero necesito saber, así que ahora,
y solo conmigo y para mi... (Interrumpe su
cascada de caricias, con voz firme, alta.) ¡Habla
de una vez!

Marioneta.- Anoche el domador contó una
historia, un cuento, dijo que venía de un
país chiquito, chiquito, con unos cerros, laderas,
arroyos y praderas. Dijo que un día su
superior...

Dueño- ¿Él habló de mí frente a las trapecistas?

Marioneta.- Él no dijo que fuera usted. El
dijo sólo el superior ¿Sigo?

Dueño.- Sí, claro, seguí de una vez.

Marioneta.- Dijo que el superior dio una
orden

Dueño.- ¡No te pongas reiterativa!

Marioneta.- Bueno... y entonces él y otros
abrieron varios pozos en la tierra para desenterrar
unos tesoros que estaban allí y esconderlos
en otro lado para que nadie los pudiera
encontrar. Después nos gritó a todos y decía:
“¡Somos grandes! (Lo imita con gestos grandilocuentes.)
Hemos cambiado la geografía, cambiamos
el curso de un arroyo y donde había un
pozo hicimos un cerro y donde había un cerro,
hicimos un pozo”. Eso dijo. No me gustó ese
domador... Así que hice como usted me enseñó,
miré hacia adelante.

Dueño.- ¡Fantástico, estupendo! Te tengo bien
enseñada... Así me gusta. ¿No pasó por el aro,
no?

Marioneta.- (Con las manos en el vientre, incómoda.)
No, no pasó. Las trapecistas lo intentaron,
pero él rechazó la invitación. Ni siquiera
se acercó.

Dueño.- ¡Fantástico, estupendo, se fue un
poco de lengua, pero todos han aprendido la
lección! ¿Qué más? ¡Seguí!

Marioneta.- (Con algún signo de sentirse mal.)
Llegó un aviador. ¿Por qué no le pregunta al
payaso? Estuvieron charlando.

Dueño.- Mm... Un aviador... ¡Eso es muy peligroso!
¿Dijo algo? ¡Seguí, seguí!

Marioneta.- No puedo seguir. Me vinieron
náuseas.

Dueño- ¡Debilucha! ¡No me puede pasar esto
con lo que he luchado por ti! Yo tengo la culpa,
por darte la palabra, por pretender enseñarte,
por darte un lugar a mi lado. ¡Yo tengo la culpa
por defenderte! ¡Basta! Ahora, Reverencia. Soy
tu dueño, tu monarca.

Marioneta.- Por favor, no me trate así, sabe
que voy a ser madre.

Dueño.- ¡Paparruchas, paparruchas! ¡Me defeco
en las madres, la maternidad, los hijos y
todo eso! Las madres son una calamidad, una
tortura, no aflojan, no paran. Rápido. Escóndete.
Viene alguien (Salen.)


Episodio 6


Periodista.- ¿Crees que alguna vez encontrarás
los restos de tu madre?

Ella.- Capaz que nunca los encuentro. Pero
quiero estar tranquila que hice todo lo posible
por encontrarlos. Es un cuerpo que alguien
puso en algún lugar. Y la persona que puso el
cuerpo de mi madre en algún lugar, está viva.
Y esa persona y otros saben. De alguna manera
se tendrá que saber.
(Baja la luz en ese sector.)


Episodio 7

Mujer.- (Entrando, ve al aviador gateando, que
acerca la nariz al cuerpo del payaso que está tirado
por ahí. Lo olfatea y se tapa la nariz rápidamente.
Ella entra con una planta de margaritas
en la mano. Las deja en el suelo y se dirige al
aviador.)

Mujer.- Es la hora.
(Nadie se mueve. Aviador y Payaso se ensimisman.
Se ponen en posición fetal.)

Mujer.- Dije que es la hora.

Aviador.- (Al payaso.) Pasa primero, por favor.
Yo soy nuevo acá. Me da vergüenza.

Mujer.- Está entrando el público. (Al aviador.)
Y a usted le toca salir primero. Ahora. Las trapecistas
ya han encendido el aro.

Aviador.- (Tratando de desviar su atención.)
¡Qué lindas Margaritas! La margarita me recuerda
momentos felices. Hablemos de ellas,
de sus pétalos, de...

Mujer.- ¡Es la hora! ¡Hay que ir a la pista y
pasar por el aro!

Aviador.- Usted disculpe, no? ¿Me permite
una pregunta? ¿En la pista, yo podría volar?
porque yo puedo volar en la noche y la niebla...
Nacht und Nebel... ¡Me lo merezco, Mi
general!

Mujer.- Yo no hubiera sido —ni soy—
General.

Aviador.- Perdón, me pareció, como me da
órdenes... Yo soy el aviador. ¿Sigo siendo, no?

Mujer.- Correcto. Yo hubiera o hubiese sido
tantas cosas...

Aviador.- ¿Hubiera o hubiese sido?

Mujer.- Si. ¿Nunca le pasó eso de la posibilidad?

Aviador.- Bueno, yo hubiera deseado seguir
volando mi avioneta.

Payaso.- Y yo hubiera sido el pirata cojo...

Mujer.- (Enojada, al aviador.) No me conteste.
(Al payaso.) No se ría.

Aviador.- (Muy amable.) Pero, no se enoje, no
se ponga mal! Yo no estaba contestando. Estaba
empezando una nueva conversación. Es que
esta ala me duele…

Payaso.- (Se empieza a reír a toda máquina.)
¿Ala? ¿Dijiste ala? ¿Que rima con bala? (sigue
riéndose) con mala, con martingala, con generala?
¿Ala de águila, ala de fénix, ala de Cóndor
o de Co-torra? (grita, ve entrar al Dueño).
¡Ahhhhhhhhhhhhhh! Aaaaamén!!!! (Se arrodilla
ante él.) ¡Aaaalabado sea el Señor!

Dueño.- (Al payaso, viniéndosele encima.) ¡Basta!
¡Un poco de respeto! ¡Basta de guarangadas!
Todo esto es baladí.

Payaso.- ¿Eh?

Dueño.- ¡Inconducente, fútil!

Payaso.- ¡Qué fluidez, señor!

Dueño.- (Al payaso.) ¡Usted, a ver, qué hacemos
con el aviador, dígame, ¿es una amenaza
para nosotros?

Payaso.- ¡No, señor!

Dueño.- (A la marioneta que entra.) ¿Qué haces
acá? No te muestres por todos lados. (La
corre para un costado)

Marioneta.- El mago dice que él puede pasar
por el aro. Pero antes quiere decir unas
palabras.

Dueño.- Acá el único que dice discursos soy
yo, que soy el elegido (Al payaso y al aviador)
¡El dueño del circo! ¡Sáquenlo de aquí! Él tiene
la culpa de toda la violencia desatada! ¡Y sobre
todo, rompan su galera! Si se acerca, ¡Písenla!
¡Córtenla! ¡Húndanla! ¡Sepúltenla! ¡Purifíquense!
¡Olvídenlo! ¡Ignórenlo! Yo defiendo la
paz, soy un defensor de la democracia (Se retira
de escena, dando grandes zancadas.)


Episodio 8


Marioneta.- (Al mago.) Ya lo escuchaste…

Mago.- (Moviéndose por el escenario con elegancia,
va sacando de su galera luces, que sorprenden
a la marioneta.) Luego, con la varita, toca
sus hilos, sus hombros y sus piernas y ella danza
liberándose progresivamente, alejándose y acercándose
cada vez hasta que al final de la escena
pueda entregarse a sus brazos. Entra la domadora
de caballos, grita al verlos abrazados, sacude el
látigo contra el piso. La marioneta corre. Como
si fuera cine mudo, la escena se dinamiza a toda
velocidad: Entra la mujer barbuda y junto a la
domadora y al mago corren detrás de la marioneta,
pretendiendo atraparla, pero ésta se sube
al trapecio, que es elevado y queda fuera de su
alcance, respiran agitados o caen extenuados al
suelo, baja la luz.)
(Vuelve la luz al sector donde está el payaso y la
mujer.)

Episodio 9

Mujer.- (Dirigiéndose ahora al payaso.) Es la
hora. Vamos.

Payaso.- (A Aviador.) Esto es culpa tuya. (Señalando
a la mujer.) Yo no estoy pronto, pero
no te importa lo que pase conmigo, no? (Señalando
y hablando por el walkie talkie.) Dios,
cambio, por favor... ¡No quiero ir al aro! ¡Dios,
ayudame, hola, hola! ¡Cambio y fuera! ¡Hija,
estás ahí? No me contestan.

Aviador.- ¿Pero qué le pasa? ¿Se puso nervioso
ahora? Yo estoy muy tranquilo, porque no tengo
la culpa de nada. Lamento no poder evitar
que se lo lleven. La señorita cambió de idea
y ahora le toca a usted. Si es tan amable, ¿me
devolvería el walkie talkie antes de retirarse
rumbo al aro? Sería una pena que se derritiera
Dios, ¿no le parece? (Ríe ahogadamente.)

Payaso.- Ya vas a dejar de reír. Yo casi seguro
paso sin quemarme. Pero vos vas a tener que
elegir. Si lo tuyo es irte de acá, tendrías que ir
de una vez y decir toda la verdad. Si en cambio,
querés ser la mano derecha del dueño...
Entonces, ¡cuidado!, porque tendrías que pasar
por el aro callado la boca, con las majestuosas
alas abiertas, cada pluma pronta para volar y
después, ¡una llamarada de colores! ¡Nada mejor
para la taquilla!... Con la culpa que tenés,
va a ser un incendio de puta madre!. En el medio
del sobaco., ahí, abajo de tu “alita”, hay
una culpa que crece y crece como un parásito
en el calor. Un gran bicharraco que te caminó
desde ahí hasta la cabeza y te carcomió toda la
inocencia. ¡Es injusto que me lleven a mi! ¡Yo
no hice nada! ¡Sacame de acá, Dios, yo solo
quiero ver a mi hija!

Aviador.- (Bajo.) ¡Shh! Callate porque cuento
lo tuyo y sin metáforas.

Payaso.- (Bajo.) ¡Me dijiste que estaba bien lo
que había hecho!

Aviador.- (Fuerte.) Estaba mintiendo

Payaso.- ¡Basura! ¡Decí todo entonces, ¡buitre
mugriento!

Aviador.- Yo era parte de una cruzada. Éramos
una bandada, y una bandada se mueve junta,
yo no estaba solo, había quien nos guiaba, en el
vértice, y yo seguía órdenes! Además, hasta ese
Dios con el que vos hablás, estaba de acuerdo!
¡En cambio lo tuyo fue por interés personal!

Payaso.- ¡Mentira! Lo que pasa es que estás
sintiendo miedo, verdad? Tenés hedor a miedo,
te traspira el plumerío y seguro que por la
punta de tu rabadilla está saliendo la mierda!
¡Tiruliru, tiruliru!

Dueño.- (Entrando.) Yo no siento ningún olor
más que el del Circo. ¿Quién puede pedir que
en el circo no se sientan efluvios de animales
y sus excrementos? Es la esencia del circo (a
la mujer). ¡No se lo lleve! Payaso, a mis pies.
(Payaso se echa a los pies del Dueño, como si fuera
un perro.) Usted será mi perro fiel (al Aviador).
Y usted, aquí, a mis plantas, teniente coronel!
(se echa también a los pies del Dueño. Entra la
mujer. En sus brazos, una planta de margaritas).
El silencio es bello, y hay que celebrarlo. Dejen
las palabras. Están confundidos. Yo necesito de
su lealtad, necesito a mis mejores amigos.
(Aviador y payaso ladran.) Dejemos el aro.
Nadie los puede obligar a ir. Así me gusta. A
ver, qué veo allí. Ver esas flores en sus brazos
me recuerda a un cuadro del impresionismo
temprano

Mujer.- Son margaritas

Marioneta. (Hablando sola, lejos, o bajando del
trapecio.) Es lindo nombre Margarita... Podría
ser...

Dueño.- ¿Qué haces ahí? Te dije que no salieras.
Te pueden agarrar.

Marioneta.- (Se pone a girar por el escenario.)
Necesito respirar aire fresco. Este vaho me hace
mal.

Dueño.- Siempre quejándote. (Tocándola.)
Necesito algo de ti.

Marioneta.- Es que tengo una pichoncita en
el vientre...

Dueño.- Ni se ve.

Marioneta.- Pero está ahí...

Dueño.- También es mía.

Marioneta.- No. No es tuya (sonríe y va tomando
coraje). No es tuya (ríe). Adivina, adivinador...
(Baila, gira.)

Dueño.- Lo único que importa es que me servirá
como tú.

Marioneta.- (Bailando.) Ni ella, ni las hijas de
esa hija te servirán jamás.

Dueño.- (Desconcertado, buscando una explicación
y un acercamiento.) No puede ser... ¡Las
náuseas te han nublado el pensamiento!

Marioneta.- (Bailando.) Ya no las tengo, quiero
bailar. (Lo va derribando con pequeños empujones
y bailando sobre él.) Bailar como quiero!
(Salta, baila, lo arrincona.)

Dueño.- Por favor... por favor...

Marioneta.- Nada de favores. Empieza el
parto y con todos mis hijos e hijas cortaremos
las cuerdas que sostienen este circo. (Se sube a
un trapecio, se agacha con las piernas abiertas,
parada sobre el trapecio, puja como si estuviera
pariendo.) No podrás matarnos. (Puja.) Somos
blancos móviles, demasiado móviles, (jadea)
y estamos en las calles y en los banderines y
en las manos y en las banderas (puja y jadea).
¡Allá, estoy allá! Soy aquella mano que saluda!
¡Estoy en aquella cornisa! (Se contorsiona.) ¡Y
estoy allá también!( Puja y grita.) ¡Soy de todos
y soy mía! Todos llevamos margaritas en
las manos y tienen todos los pétalos... Esa es
nuestra visión. Ese es nuestro futuro...

Dueño.- (Poniéndose de pie y riendo a carcajadas.)
¡El futuro! ¡El futuro te va a vomitar
encima! ¡El futuro se va a cagar en ti! ¡Esa es
mi visión! ¡Dos veces te va a decir que no te
quiere! Y te lo diría una tercera si lo volvieras
a preguntar. (Poniéndose dulzón.) Los años han
pasado, es tarde, pronto estarán todos muertos.
No sufras. Ven conmigo. Tengo experiencia de
años en esto... Nadie te quiere de veras…

Marioneta.- ¡Mentira! No puede ser... (El
Dueño le da la mano, ella se deja dominar
nuevamente.)

Dueño.- Ya vas a ver... ¡Qué díscola me resultaste!
(amabilísimo, la ayuda a bajar del trapecio).
Pero yo te voy a cuidar. Tengo toda la
leche que necesitas para tus hijos. Ahora es el
momento de bailar para mí, vamos... (Cada vez
con más tono de mando.) ¡Baila para mí! ¡Baila!
Baila! (La marioneta llora y baila al ritmo
de una cajita de música.) Bájate los breteles...
Ahí está... déjame ver algo... Eso... ¡Suficiente!
(A los perros payaso y aviador.) ¡Ustedes, a ella!
¡Muerdan, desgarren! ¡Ataquen! (Payaso y aviador
se tiran sobre la marioneta rugiendo y ella va
desarmándose hasta caer al piso, desapareciendo
en la luz que se extingue.) ¡Suficiente!

Episodio 10

(Rápido como de cine mudo, entra el mago, pisa
su galera, tira la baraja en un vuelo de naipes,
la mujer barbuda se mira al espejo y lo aparta
varias veces, recoge un naipe y llora, la domadora
monta un caballo invisible. Cuando la marioneta
vuelve a aparecer arrastrándose todos la abrazan
y levantan hasta que sus manos se prenden
del trapecio, y empieza a ocupar un lugar en él,
acurrucada en una punta, luego baja la luz.)

Episodio 11

Aviador.- (Al payaso.) ¿Viste? (Señalando a la
mujer) ahora ella no nos grita, ni nos reclama
nada. Ahora somos la mano derecha del Dueño.
Estamos protegidos... ¡Guau!

Payaso- ¡Guau! ¿Ahora me das conversación y
te gustaría ser mi amigo? Bien que me quisiste
joder hace un rato...

Aviador.- Perdóname... Yo no quise... Es
que… (Se refriega como perro contra el otro buscando
perdón.) guau, guau...

Payaso.- No importa. Menos mal que no nos
llevó. No soy rencoroso. Hay que dar vuelta la
página. Cambiemos de tema: Esa mujer está
como ida, le debe faltar un tornillo.

Aviador.- O sobrarle alguna culpa. Olfateála...
(Se acercan los dos a ella y la huelen y ella no se
inmuta. Camina y ellos la siguen.) No le siento
olor feo.

Payaso.- Huele a rosas, como las trapecistas.
Siempre paradas al costado del aro, con un
perfume que parece que las impulsara, les levantara
los pies y las hiciera girar en el aire y
aparecer!

Aviador.- Nunca pudiste estar tan cerca como
para sentir su perfume! ¡No inventes!

Payaso.- ¡Cómo que no! ¡Cómo que no! (colgándose
del trapecio o haciendo piruetas). Yo trabajé
en los mejores circos y en todos ellos conocí
a las trapecistas. Las de acá son distintas,
pero igual tienen ese perfume especial... Acá
entré cuando se quedaron sin payaso.

Aviador.- ¿Ah, si? Así que tu hobby es ser el
sustituto.

Payaso.- ¿Qué significa eso?

Aviador.- Nada, nada... guau, guau

Payaso.- ¡Ladridos autoritarios! Así eras cuando
te conocí, guau

Aviador.- ¿Qué más vendrías a ser?

Payaso.- Soy padre. Tengo una hija.

Aviador.- ¡A otro con ese cuento! (Aúlla.)

Payaso.- No interrumpas la visión de mi hija
con tus ironías. Cuando la nombro, la imagi-
no. Ahí va, girando en el trapecio. Allá va...
mirála... Yo la quiero tanto...

Aviador.- ¿La ves en el trapecio?

Payaso.- Si, mírala

Aviador.- ¿Qué ves?

Payaso.- Seda roja y verde. Un cabello negro
que se vuelve manto. Pero cuando gira en el
aire, desaparece.

Aviador.- ¡Cuidado! No digas eso! No uses esa
palabra! Puedo contarle al Dueño!
No fuiste capaz de reconocer que además de
ser payaso y padre y blablabla, sos policía!

Payaso.- Ya no lo soy.

Episodio 12

(Ella baja del trapecio y se dirige a jugar en un
espacio con muñecos rotos.)
Ella.- (Aniñada, aludiendo a un muñeco.)
¿Mamá? ¿Papá? Se me rompió (Se para, se pone
un tapado, sale del espacio de los muñecos rotos.)
Abuelo, ¿me ayudás? ¿Abuela? ¿Abuelo? ¿Hay
alguien? ¿Hay alguien?

Episodio 13

Aviador.- Concéntrate en la mujer. Olfatea
para ese lado... Otra vez está con las margaritas.

Payaso.- ¿De qué raza te parece que soy?

Aviador.- Caniche (ríe). Yo soy un doberman,
está bien, no te enojes, podrías ser un
perro policía.

Payaso.- Yo quiero ser un labrador, porque
son buenos con los niños (Se acerca suavemente
a la mujer y la olfatea.)

Aviador.- A ver... (Él también olfatea.)

Payaso.- Callate si querés que me concentre
¿Le sentís el perfume o no?

Aviador.- Sí, es perfume a rosas. Una vez,
hace mucho tiempo, sentí este mismo olor. El
avión estaba inundado de este perfume. Eran
las doce de la noche. Yo iba volando alto. Era
fin de año, se abrían rosas de luces frente a la
cabina del Elektra. Eso no te lo había contado
(ante la mirada desconfiada del otro). En serio,
no me acordaba.

Payaso.- Estás coqueteando con la memoria.
¡Cuidado! ¡Cuidado! que le puedo decir al
Dueño del circo.

Aviador.- (Sin hacer caso, se acerca a la mujer y
le roba una margarita, que pone en su ojal.) Voy
a volar como aquella noche.
(Se sube a un lugar alto.)

Payaso.- (A la mujer señalando la planta de
margaritas). Las miras como si te pudieran
contestar algo.

Mujer.- Necesito plantarlas y que crezcan.
Me pregunto siempre si la margarita es más
margarita cuando tiene todos los pétalos o
cuando le faltan.

Payaso.- Eso debe ser un secreto de las
margaritas.

Aviador.- El Dueño dice que acá no hay ningún
secreto.

Payaso.- Yo igual no quiero saber más secretos.
Y tampoco quiero hacer un pozo.

Dueño.- (Entrando.) Yo lo hago.

Payaso.- ¿Usted?

Dueño.- (Al payaso.) Bueno, está bien, ya que
lo sorprende, mejor hágalo usted. Un buen
jefe debe saber delegar ¡Ya! (El payaso empieza
a hacer el pozo.)

Aviador.- (Desde un lugar alto.) Ah...las margaritas...
Desde el aire, cuando estás por aterrizar,
y miras el campo, yendo casi al ras, son
como ojos enamorados que te invitan. Pero
hay otras margaritas... las margaritas del mar.
Esas que solo los hombres del aire podemos
crear, y solo algunos de nosotros ¡Qué privilegio
para los ojos! ¡Qué belleza!

Dueño.- (Al aviador.) ¡Usted se está yendo de
boca! Nadie le preguntó nada. ¡A la cucha!

Aviador.- Perdone, señor, me dejé llevar,
¡guau, guau!

Dueño.- Bueno, disculpa aceptada, sigamos
(deshojando la margarita) (a la mujer). Respecto
de su pregunta filosófica, me parece que no
hay duda de la respuesta. Cuando yo pienso
en una margarita, lo hago respecto de alguna
a la que le faltan los pétalos, hasta que no le
queda ninguno, verdad? Así que una margarita
es una flor que es más flor cuando se la
desnuda. Se lo buscó, por ser así. Como se
dice popularmente: “Algo habrá hecho”, no?
(Deshoja una margarita hasta que la destruye.)

Mujer.- (Le ha sacado la pala al payaso y mete
la pala en la tierra.)

Dueño.- (Empujándola.) ¡Salga de acá, usted
no sirve para nada. ¿Qué busca, eh? ¿Qué
busca? ¡Perros, a ella! (Los perros la empiezan
a atacar.)

Mujer.- ¡No me lastimen, por favor! ¡Usted es
violento! (Se pone a llorar.)

Dueño.- Pero, ¿Qué hacen, perros? Yo no dije
jamás que la atacaran. Hay que ejercer el poder,
pero no la violencia ¡Eso, Jamás! He abominado
de ella toda mi vida, y también de las
ideas violentas. (Adquiriendo tonos propios de
la oratoria.) Lo primero es la paz de este circo,
donde hoy pueden sentarse juntos animales
domésticos y feroces, y todo gracias a La Ley
que nos ampara. Es una ley que históricamente
es reconocida por todo el mundo. La paz
es la única condición de la democracia y los
Derechos humanos felizmente resplandecen2
(Aviador y payaso aplauden, ladran y aúllan,
enardecidos)
Quizás los necesite más tarde, perros (sale).
(Se escucha una jauría de perros, música de circo,
mucho ruido.)

Episodio 14

Payaso: (Amargamente.) Quiero soñar con mi
hija y esos perros no me dejan.
(Suenan ladridos.)

Aviador.- (Mostrándole que la mujer quedó
llorando.) ¿Por qué no vas a hablar con ella?
Yo quiero volar de acá, quiero volver a la acción,
eso es lo que quiero. Solo así voy a ser
yo mismo, y no como era cuando llegué acá.
El miedo se me había metido entre las alas y
me había convertido en un gorrioncito, pero
yo no soy así... miedo deberían tener los otros
todavía... ¡Si yo quisiera podría ser el dueño de
todo esto!

Payaso.- ¡Ladran! ¡Chist! (susurrando). Capaz
que sería mejor que no dijéramos más
mentiras!
Aviador.- Le podríamos decir algo lindo (se
acercan a la mujer).
Mujer.- (Tratando de recomponer una margarita.)
Me hubiera querido mucho, poquito y
nada... Me hubiera querido... mucho! (Llora.)
Aviador.- ¿Qué está haciendo? ¿Por qué llora?
Mujer.- (Bajito.) Lo estoy haciendo al revés,
pero no puedo poner en su lugar los pétalos.

Episodio 15

Payaso.- (Al aviador.) Ella debe saber cómo
salir. (A ella.) Disculpe la molestia, sé que antes
estuvimos mal, nos dejamos llevar, es que
eran órdenes, no?... pero yo tengo que hablar
con mi hija, ¿sabe? ¿Usted podría decirme
dónde está la puerta, o cómo puedo salir? ¿Usted
sabe dónde está la llave?

Mujer.- Los circos no tienen puertas... Acá no
hay ninguna cerradura. Para cuidar están los
perros. (Molesta.) Perros como ustedes.

Aviador.- Lamentamos lo que hicimos, señorita...
(Al payaso.) Hay que seducirla. ¿Dónde
viste que a una mujer se la conquiste pidiéndole
cosas? Tenemos que hacer algo bueno por
ella si queremos que nos perdone.

Payaso.- ¿Vamos a limpiar nuestros pecados,
haciendo buenas acciones? (Mirando
hacia arriba.) ¿Te parece bien, Dios? ¿Eh?
No contesta.

Aviador.- Debe estar en un concierto de Sabina.
¡Dale, no seas infantil! La pista está despejada,
en unos minutos, podremos despegar.
Hay que hacer cualquier cosa para que esta
mujer nos diga cómo pasar entre los perros,
sin que nos ataquen. Debe conocer la clave.

Payaso.- ¿Pero en serio está tu avión ahí
afuera?

Aviador.- Claro. Te hablo en serio. No estoy
loco. Es una avioneta. Está ahí.

Payaso.- Está bien, a ver si la sensibilizo (dirigiéndose
a la mujer). Soy una víctima, como
usted. Sufro... El dolor es insoportable...

Mujer.- ¿Qué le pasa? ¿Le duele algo?

Payaso.- Si... Me duele aquí, en el pecho...

Mujer.- Mire que en el avión no le va a pasar
nada... Son los nervios.

Aviador.- Viste, ella sabe que hay un avión.

Mujer.- Claro. Hoy es miércoles. Si quiere
le traigo una manta, mientras esperamos el
traslado. Permítame que lo ayude. Le voy a
hacer unos masajes y se va a aflojar un poco.
Ese dolor en el pecho no es más que una contractura.
Pero tiene que mantener la esperanza
fuerte. Vamos a salir de aquí.

Payaso.- (Sorprendido.) ¡Gracias!

Mujer.- No es nada.

Aviador.- ¡Señal de partida! ¡Embarquen! Se
prenden las luces de la torre de control!!! ¡Hay
que subirse al avión!!

Payaso.- ¡Ay!

Mujer.- Hay que resistir. Tranquilícese. No le
va a pasar nada.

Payaso.- Gracias, usted es muy buena. No
estoy acostumbrado a eso... ¿Sabe qué? Su
cara me es familiar. Estoy seguro que antes
he visto esos ojos. Sí, sus ojos se parecen a los
de mi hija. (Al aviador.) Son del mismo color
y tamaño...

Aviador.- Shhh...

Mujer.- Yo no recuerdo haberlo conocido antes.
Quédese tranquilo que ya nos van a llamar
para irnos.

Payaso.- Ah, bueno, entonces, ¿Nos vamos?
(al aviador) ¡Nos vamos, loco, nos vamos!!!!
(Súbitamente preocupado.)¿Quién nos va a
llamar?

Mujer.- Ellos, para hacernos subir al avión.
Estoy esperando familia, ¿sabe? La llevo
conmigo, acá (señala su panza). ¿Le sigue
doliendo?

Payaso.- No, ya se me pasó, gracias. ¿Dónde
está el avión?

Mujer.- Allá. (Señala afuera del escenario, puede
ser hacia el público.) Ahí, al lado de todas
esas personas que están ahí esperando para
irse.

Payaso.- ¿Qué personas?

Mujer.- Esas. Allá (señala hacia afuera).

Payaso.- No las veo y el avión tampoco lo
veo.

Mujer.- Es que está oscuro. Nunca prenden
luces, pero desde ahí es de donde nos llaman.
Ya va a ver... ¿Usted a qué se dedica?

Payaso.- Yo... estée... Yo soy payaso. Hago reír
a mi hija.
Mujer.- Así que usted tiene una hija... ¿Se parece
a usted?

Payaso – No. Se parece a la madre, creo... Usted,
¿Tiene preparada una medallita para su
bebé?

Mujer.- Sí, ¿Cómo sabe?

Payaso.- ¡Lo adiviné! Es muy común ponerle
una medallita con el nombre a un hijo, no?
Todo el mundo lo hace...Eso es muy común.
Además, capaz que su bebé es varón y no
una niña, y no nació todavía y la mía sí, hace
mucho tiempo. Así que dése cuenta que son
distintas!

Mujer.- Pero... ¿qué dice? ¡Claro que son distintas!
(Se toca el vientre con las manos.) Usted
está muy nervioso y se ve que eso altera a mi
bebé... Me patea, sabe... ¿Quiere sentir?
(Payaso pone su mano sobre el vientre de la mujer.
El aviador lo aparta violentamente.)

Aviador.- ¡Vamos!

Mujer.- Lo siento, señor, me voy... Me están
llamando para el avión, ¿sabe? Me hubiera
gustado viajar con usted, pero me llaman...

Aviador.- ¿Pero no se va conmigo?

Mujer.- No, me llaman desde aquel avión (señala)
y tengo que obedecer ¡Adiós! (Ellos miran,
no ven ningún avión.)

Payaso.- (Al aviador.) ¿Escuchaste lo de su
hija? (A Dios, de rodillas, por el walkie talkie.)
Dios, dejame salir de aquí. Ella me sacó a mi
hija. (Ruido como el del walkie talkie.) Si, Dios,
yo se la había sacado, pero ahora ella me la
volvió a quitar... por eso no la veo, por eso
hace mucho que no la veo... ¡La tiene ella otra
vez en su panza!

Aviador.- ¡Callate, tarado, ella se va en mi
avión! Mirá...allá levanta vuelo, es mi avión!
Lo reconocería entre miles...(Llora.)

Payaso.- (Llora también.) No, pajarraco, ese
no es más tu avión y mi hija no es más mi
hija...

Episodio 16

Dueño.- (Solo, en otro sector del escenario, hablando
hacia un grabador portátil.) Para el capítulo
dos del libro: Fundación del Circo “Cóndores
del Sol”

Aviador.- (Recomponiéndose, se pone los lentes
de aviación, sube a un lugar alto.) Cuando vuelo,
puedo llegar a las más altas montañas y planear
sobre los mares.

Dueño.- (Sigue grabando.) El circo toma el
nombre del cóndor. Etimológicamente es un
vultur griphus y vultur quiere decir buitre (sigue
grabando).

Aviador.- Sobrevolaremos el Río de la Plata.
No se pierdan el espectáculo.

Dueño.- (Grabando.) Según los incas, el cóndor
era el responsable de que saliera el sol, porque
lo levantaba con su pico. Leopoldo Lugones
escribió sobre ellos en La Nación, el 26 de
Marzo de 1903! (Sigue hablando al grabador.)

Aviador.- (Manejando el avión.) Un día llevé
conmigo a una mujer embarazada. Atrás en el
fuselaje iban los demás. Le mostré a la mujer
la maravilla de ver el mar, la espuma y las olas
desde aquí...Y después, no pude resistirme y
le mostré lo que aparecía en el mar cuando yo
volaba... No quería contestarme al principio,
pero después me dijo que veía unos círculos
concéntricos y se dio cuenta de que formaban
algo parecido a la corola de una flor... Había
niebla también...Cuando se dio cuenta por
qué, no quiso mirar más y me golpeaba para
que parara, pero el avión seguía sembrando...

Dueño.- (Grabando.) Natch und Nebel. Nuit
e bruillard. Noche y niebla. El eufemismo fue
usado por los nazis aludiendo a la desaparición
de personas en medio de la noche y la niebla.
Pronto seremos todos viejos...y nadie podrá ser
tan cruel con los ancianos (ríe).

Aviador.- Siempre es bello ver cómo, cuando
arrojamos a alguien desde el avión y se hunde
en el mar, se forma una margarita de espuma
blanca, muy blanca que dura unos segundos...
(Baja.) Unos segundos, nada más... Es necesario
y bello.

Dueño.- (Al aviador.) ¡Me distraigo un momento
y te vas de boca! ¡Bájate de ahí! ¿Qué
estás diciendo?

Payaso.- (Al aviador.) ¡Nunca supe que habías
hecho todo eso! ¡Vos lo disfrutabas! (Se pelean,
ladridos.)

Aviador.- No te hagas... En el fondo lo sabías...
No te hagas el escrupuloso.

Payaso.- (De rodillas, frente al walkie talkie.)
Te lo juro, Dios que yo no sabía todo esto...
¿Dios? ¿Dios? contestame, cambio... (Ruidos.)
¿Dónde estamos?

Dueño.- (Al payaso.) Perro, usted está alucinando!
¡Qué importa dónde estamos, lo que
importa es que en este lugar estamos todos y
(intencional) aparecen todos, y hay que tener
los huevos para bancárselo. Hay que aguantarse
cuando uno ve que aparecen a cada rato
bailando o subiéndose al trapecio. El que no
aguanta, se sacrifica, ¿entendió?

Aviador.- Yo me encargo, señor. (Ataca al payaso,
como un animal, saltando sobre él y aullando.
El payaso queda extendido en el suelo.)

Dueño.- Desde el comienzo le noté una debilidad
a este animal. ¡Qué furibundo ataque al
corazón que ha tenido este hombre! Un paro
irreversible. ¡Qué pérdida! Su memoria será
cultivada, fue uno de mis hombres. Hay que
darle honras fúnebres. ¡Pongan un aviso! ¡Mi-
ren, miren allá arriba! (saca el grabador) (Se ve la
sombra de un ave gigantesca). Cabeza pelada de
buitre, roja, cuerpo negro, plumas blancas en
el cuello... Es un cóndor... ¡Qué ave magnífica!
La relación existente en un mismo continente
entre las especies desaparecidas y las vivientes
es maravillosa, como decía Darwin.

Aviador.- Ya mismo me lo llevo (lo saca arrastrando).

Dueño.- Hay que envejecer rápido, que la
culpa se ponga añeja... La verdad también se
pondrá vieja, decrépita, con los dientes gastados
y con las piernas dolientes y quedará enmudecida
como todos nosotros y no podrá
seguir pariendo ¡Este será el reino del silencio,
del sagrado silencio! (Comienza música circense
delicada y Marioneta y mujer cruzan el escenario
bailando.) ¿No me escucharon? Quietas! ¡Miedo
tienen que tener! ¡Impotencia tienen que
sentir! ¡Quietas, quietas, no bailen, no bailen!
(Siguen bailando.)

Dueño.- ¡Les dije que se fueran! (Ellas se acercan
bailando, él retrocede temblando hasta salir.
Ellas siguen bailando.)

fin

Margaritas en el mar. indd 70-71 28/04/2013
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